NUESTROS JIBAROS
(Fragmento del artículo de 1922 Nuestros Jíbaros)
Al
tratar yo sobre los jíbaros lo habría de ser en romántico, poniéndome
antes unos espejuelos color rosa para cantar entusiásticamente sus
costumbres sencillas, su tiple, sus décimas, sus amores, sus
tradiciones, su bohío encaramado como un ave en lo alto de una loma,
etcétera, etcétera, o, en vez de calzarme los espejuelos rosa, me habría
de frotar bien los ojos para tener de ellos, de nuestros jíbaros, la
visión menos romántica, la más realista, y así dar de ellos la impresión
que más nítidamente les presente.
Yo
arrojé hace tiempo lejos de mí los románticos espejuelos color rosa. Yo
creo, precisamente, que no hay plaga humana comparable en sus estragos,
en su labor perenne de destrucción, deformación o adulteración, que la
actitud romántica. Eso que llaman idealización de las cosas para no
verlas en su verdadero aspecto es la superchería más odiosa y nociva que
es posible concebir. Hace más daño un romántico, con su sistemático
afán de fingir que la realidad es de esta manera o la otra, que una
docena de asesinos, ladrones e incendiarios sueltos por el mundo. Porque
estos producen el caso particular de muerte, de robo, de incendio,
mientras que aquél, el romántico, como tiene respetabilidad y halaga
dulzarronamente nuestros instintos vanidosos, esparce en torno de sí una
influencia social que contamina con su ceguera a generaciones enteras.
De
ahí que me fuera imposible escribir una sola línea en romántico acerca
del jíbaro sin sublevar mi conciencia con la clara noción de la
perpetuación de un inmundo delito. Idealizar el jíbaro, transfigurarle,
ponerle tan lejos de sí que a tal distancia el cuadro de su vida se nos
aparezca plácido y bello como el de una égloga, es una forma de
insensibilidad tan cruel, que ni por todo el oro del mundo me resolvería
yo siquiera a intentarlo. Pase que uno pellizque un poco su imaginación
y la caldee y soliviante hasta el punto de atribuirle encantos y
seducciones a lo que está lejos y uno no conoce, pero ser capaz de
cerrar voluntariamente los ojos ante lo que está delante de uno,
retorcido de dolor o empalidecido de agonía, ser capaz de fingir
entusiasmo y cantar ante el harapo y la mugre y la llaga, significa una
callosidad tan monumental, bien en la inteligencia, bien en las fibras
sensibles, que sólo siendo un verdadero monstruo se puede intentar
tamaña empresa.
No,
¡vive Dios!, yo no me siento con fuerza para trazar de un modo
romántico y acaramelado la trágica silueta del jíbaro. ¡El jíbaro!... Si
hay algo en nuestra tierra que revele en nosotros, la clase directora,
un estado de depravación moral rayano en la criminalidad, o un estado de
indiferencia y apatía rayano en la imbecilidad, ese algo es nuestro
jíbaro, ese ser macilento y escuálido y horrible que puebla nuestros
campos.
Nuestro
jíbaro no se parece al campesino de ningún otro lugar. En todas partes
el labriego es pobre, rudo, ignorante, infeliz, como último peldaño que
es de esta monstruosa escala social que pone abajo a los que producen y
arriba, muy arriba, a los que sólo sirven para consumir. En todas partes
el labriego constituye un reproche sangriento contra la sociedad que,
después de sustentarse de su sudor, le abandona a su suerte y le
desprecia como vil alimaña. Pero aquí en Puerto Rico el espectáculo es
más cruel que en ningún otro país que yo conozca.
Id
al campo en cualquier país de Europa o América y hallaréis que alguna
vez hay una tregua en la sórdida brega, que alguna vez la pobre y ruda
bestia de trabajo se pone unos trapos llamativos y el acento de una
bandurria o guitarra, o mandolina, denota jubiloso en sus oídos, y las
mozas y los mozos tienen su hora de inocente algazara en que el baile y
la copa y la zambra les proporcionan un relámpago de goce y de olvido.
Pero
id al campo nuestro, cruzad nuestra inefable campiña de Norte a Sur y
de Este a Oeste, y no hallaréis jamás nada que os cuente que la bestia
infeliz que nos sustenta con sus brazos ha salido un instante de ese
ritmo carcelario de trabajo y de sueño que aprisiona su vida. No oiréis
la copla rústica, y si la oís será fea, monótona, entrecortada y
siniestra como un hipo de moribundo, ni veréis colorines en las ropas,
ni el viejo marrullero y jovial os soltará una chanzoneta, ni las mozas y
los mozos entregarán sus cuerpos a la lúbrica embriaguez de un tango,
de una jota, de un tamborito, de una rumba.
No,
no encontraréis más que el mismo lúgubre, espantoso cuadro de miseria,
de mugre, de extenuación, de muerte. Por todas partes hombres lívidos,
escuálidos, borrosos, espectrales, os saldrán al paso y en voz apagada y
sonambúlica os contestarán. Por todas partes niños del vientre inflado,
sin color ni alegría, os darán la horrenda sensación de una infancia
deforme, de una infancia decrépita, en cuya tierna carne se ceban
implacables la anemia, el paludismo, la tuberculosis. Por todas partes
el bohío...
Pero,
¿habéis mirado de cerca un bohío? ¿Habéis visto nada más miserable, que
acuse un mayor desamparo, que el bohío? Paja, caña, cajones,
desperdicios de todas suertes entraron en su composición, y dentro, una
familia de tres, de cuatro, de diez seres humanos, en un hacinamiento de
sabandijas, cumplen bajo el azul de los cielos su rito misterioso y
augusto del diario vivir.
En
tanto nosotros, pasa que te pasa, por frente al bohío, pasa que te pasa
en el diario trajín, sin que nada nos grite desde lo recóndito de
nuestra conciencia que aquel horror humano es obra nuestra, cosa
nuestra, maldad o insensibilidad o imbecilidad nuestra que nos permite
ir y venir en paz sin que sintamos el lazo de solidaridad que nos hace
prolongación y culminación de aquel pudridero de hombres y de niños.
VOCABULARIO CONTEXTUAL
1.Jíbaros= Nombre dado en Puerto Rico y otras partes de América a los campesinos.
2.En romántico= De modo sentimental, idealista.
3.Entusiásticamente= Con exaltación y fogosidad.
4.Tiple= Es el más pequeño de los instrumentos de cuerda típicos de Puerto Rico.
5.Calzarme= Usar o llevar puestos.
6.Plaga= Calamidad, desgracia, infortunio.
7.Estragos= Daño, perjuicio.
8.Superchería= Engaño, farsa, invención.
9.Nociva= Dañosa, perniciosa, perjudicial.
10.Dulzarronamente= Con afabilidad, agrado, dulzura.
11.Sublevar= Excitar indignación, causar deseos de protesta.
12.Inmundo= Repugnante, deshonesto.
13.Transfigurarle= Cambiarle la imagen.
14.Égloga= Poema en que se describen escenas campestres idílicas.
15.Pellizque= Se usa para indicar que es en grado pequeño.
16.Caldee= Que active, estimule, anime.
17.Soliviante= Que inquiete o agite.
18.Llaga= Infortunio que causa pena y pesadumbre.
19.Callosidad= Dureza, insensibilidad.
20.Acaramelado= De modo muy obsequioso, halagador.
21.Macilento= Demacrado, triste, descolorido.
22.Escuálido= Flaco, consumido, enfermizo.
23.Algazara= Ruido de muchas voces juntas que por lo regular nace de la alegría.
24.Zambra= Fiesta y danza con bulla y regocijo.
25.Relámpago= Denota brevedad.
26.Inefable= Que no se puede explicar con palabras.
27.Marrullero= Astuto, taimado, sagaz.
28.Chanzoneta= Chanza= Dicho festivo o gracioso.
29.Lúbrica= Perteneciente a los deleites sensuales.
30.Embriaguez= Enajenamiento pasajero del ánimo por estar vivamente poseído de alguna pasión.
31.Lúgubre= Triste, funesto, melancólico.
32.Borrosos= De trazos desvanecidos y confusos.
33.Espectrales= Visión más aparente que real.
34.Apagada= Débil, tenue.
35.Sonambúlica= Semejante a aquellos que durante el sueño se levantan, hablan y andan.
36.Decrépita= Ajada, mustia, marchita.
37.Trajín= Ajetreo y afán intensos.
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