PARA LA MUJER NUEVA, HOMBRE NUEVO
(Fragmento del artículo de 1922 Nuestro Machismo)
En
el seno de éste nuestro pueblo más manso que un cordero no pasa un día
sin que en alguna parte un marido, novio o amante despechado la emprenda
a cuchilladas o a tiros con alguna infeliz mujer.
¿Cuál
es la causa de este lamentable fenómeno social que presenciamos con
tanta frecuencia? Yo no presumo de psicólogo ni de sociólogo profundo,
pero me parece a mí claro como la luz que la causa de estos constantes y
horribles atropellos contra la humanidad femenina se debe al choque de
nuestro bruto machismo ancestral con la realidad de una
civilización nueva que nos ha impuesto de hecho la aceptación de una
parcial emancipación de nuestra mujer.
En
todo hemos evolucionado; tenemos carreteras, tenemos servicio
sanitario, nuestras casas están mejor ventiladas, comemos y vestimos
mejor. Pero en lo que respecta ¡ay! a nuestras relaciones con la mujer,
ni una pulgada hemos adelantado: seguimos para ellas tan bárbaros como
en los recios tiempos de Hernán Cortés. ¿Qué de extraño tiene, pues, que
del choque entre ésta nuestra barbarie ancestral y las nuevas
costumbres que han ido ensanchando el horizonte social de la mujer, se
originen los conflictos, trapisondas y belenes -muchos de ellos
sangrientos- que registra la crónica?
Para
una persona civilizada, un no rotundo de una mujer pone fin a la
cuestión, al pleito amoroso, al problema pasional planteado por él.
Basta ver y respetar en la mujer una persona tan libre y responsable de
sí misma como nosotros, basta mirarla con la ternura y reverencia con
que la sabe mirar un yanqui, para que, sobre el ímpetu salvaje de
nuestras pasiones, impere nuestro orgulloso deseo de no rebajarnos, de
no envilecernos ante nuestros propios ojos procediendo con la grosera
violencia de un patán. ¿Se enamoró de otro o se cansó de nosotros, o por
alguna causa dejamos de ser objeto de su espontánea predilección? Pues
si somos machos y no hombres de hábitos civilizados, si tenemos aún el
bárbaro concepto fetichista que tuvieron de los fueros de sus pantalones
nuestros antepasados, venga la espada o el revólver... y a tiros o
cuchilladas con la infeliz que se atrevió a desviar de nuestros encantos
insuperables sus sacrílegos ojos. Pero, hemos perdido en el curso de
nuestra evolución espiritual el machismo de cuartel de nuestros abuelos,
para volvernos hombres, y, como tales hombres, respetuosos de toda
opinión o resolución emanada de una personalidad tan libre como la
nuestra, y ya el acto de fuerza no se produce, no puede producirse. No
puede producirse, porque hemos incorporado, por la reflexión y el
hábito, a nuestro subconsciente una fuerza mucho mayor que la de nuestra
tosca vanidad de macho sublevada: la fuerza espiritual del respeto a
nosotros mismos que nos subyuga con una sensación horrible de sonrojo
cada vez que cedemos a un instinto bajo con sacrificio de otro instinto
noble.
Resumen:
que en presencia del nuevo hecho social inevitable -porque ha sido
provocado por causas económicas- de la parcial emancipación de nuestra
mujer, no nos queda otro remedio que reajustar toda nuestra vida de
relación con el otro sexo de tal suerte que, en nuestras crisis con la
mujer, nuestro orgullo consista, no en acudir al garrote o el cuchillo o
la bala, como un vulgar matón de cafetín, sino en hacernos a un lado,
quitarnos gentilmente el sombrero y decir con toda urbanidad: “Señora,
puesto que no se manda en el corazón y no soy tan estúpido que aspire a
imponer por la fuerza lo que no se me da de buen grado, sírvase aceptar,
con la rendida expresión de mi respeto, la seguridad de que no la he de
molestar jamás. Adiós”. Eso, o cualquier cosa por el estilo, teatral y
campanuda al principio hasta que nos vayamos acostumbrando al acto
sencillo y llanote, es lo que deben aprender a hacer en los casos
difíciles nuestros Romeos y Otelos. De lo contrario seguiremos, con
nuestro machismo fanfarrón y gorilesco, dando el salvaje espectáculo de
matar mujeres con la misma facilidad de quien mata gallinas. Para la mujer nueva que nos impone por la fuerza la evolución económica y social de nuestro pueblo, es hora ya de aprender a ser hombres nuevos,
esto es, hombres de tal actitud mental ante el otro sexo, que pase
definitivamente a mejor vida, muerto o ridículo, el tipo rezagado, el
héroe echegaráico, vanidoso, fanfarrón y asesino, que en un conflicto
pasional cree cubrirse de gloria disparando un revólver a blandiendo un
puñal.
VOCABULARIO CONTEXTUAL
1.Despechado= Con resentimiento porque no fue elegido o porque fue rechazado.
2.Bruto= Torpe. Necio, que obra como falto de razón.
3.Machismo=
Actitud social y comportamiento de quien discrimina a las mujeres por
considerarlas inferiores respecto de los hombres y concede a éstos
derechos absolutos sobre ellas.
4.Recios= Rigurosos, severos, inflexibles, austeros.
5.Trapisondas= Embrollos, pendencias, riñas.
6.Salvaje= Brutal, implacable, sañudo.
7.Patán= Hombre tosco, rudo, grosero.
8.Machos= Mulos= Hombres bravucones.
9.Fetichista= Perteneciente a las creencias no basadas en la razón.
10.Fueros= Poderes, privilegios. Arrogancias, presunciones.
11.Teatral= Con estudio y afectación (fingimiento, simulación) exagerada.
12.Campanuda= De modo grandilocuente, retórico, florido.
13.Llanote= Aumentativo de sencillo. Claro y sin presunción.
14.
Héroe echegaráico= Refiérese a los personajes en las obras de José
Echegaray (1832-1916), ganador del Premio Nobel de Literatura de 1904.
15.Fanfarrón= Presumido, petulante, insolente, engreído.
16.Gorilesco= Que se asemeja a los gorilas. Dícese de los individuos que actúan con violación de los derechos de los demás.
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