LA IDOLATRIA DE LOS DEPORTES
(Artículo de 1922 )
De
una de las muy interesantes crónicas de Nueva York que aparecen en "La
Democracia" con el sedónimo de "Jacinto Ortega", es el párrafo
siguiente:
"Yo
me he dedicado a observar a los lectores de periódicos en un "subway" de
seis carros durante uno de los días en que más acritud habian tomado
los conflictos; y he sacado de mi observación la curiosísima e increíble
estadística de que más de un sesenta por ciento de los hombres y
mujeres que iban en aquel tren llevaban sus periódicos abiertos en la
página dedicada a los "sports"... ¿Será posible? dicen ustedes.
Desgraciadamente lo es. Ahí está la llaga. Esa es una de las razones por
las cuales el pueblo americano contemporáneo es más fácil de engatusar
que cualquier otro pueblo civilizado. El mundo se desploma a su
alrededor y los buenos americanos no se dan cuenta porque están leyendo
acerca del puñetazo que le dió Dempsey a Carpentier, o del "Home Run"
que bateó Babe Ruth por encima de la empalizada del Polo Grounds. ¿Qué
Alemania se arruina paralizando la lenta recuperación de Europa? ¿Ah,
sí? ¡qué interesante! ¿Sabe usted que Miss Lenglen derrotó a Mrs.
Mallory al tennis? ¿Qué la huelga ferroviaria va a paralizar las
industrias del país? No me diga. Si los Giants y los Yankees ganan en
sus ligas respectivas veremos otra lucha por el campeonato mundial de
base ball en Nueva York. ¿Qué el carbón va a subir de precio? Miss
Wainwright rompió el record nacional de natación..."
Exactísima la observación. Pero lo triste es que lo mismo sucede en
todo el resto del continente americano y, quizás, en todo el mundo
civilizado, si bien en ninguna parte se acentúa tanto el fenómeno como
entre los norteamericanos.
Aquí en Puerto Rico, sin ir más lejos ¿hay
nada que sacuda y suspenda el ánimo de las gentes tanto como un match
de baseball o un encuentro entre dos afamados boxeadores? Pues lo mismo
sucede en Lima y en Montevideo y en Buenos Aires. Es una borrachera de
"sports" que hace del hombre moderno un ente muerto para todas las cosas
del espíritu. Porque ¿qué puede esperarse de un ser humano que tiene
todas sus potencias mentales embargadas por lo puramente físico y
anecdótico del drama universal? ¿Cómo esperar que un autómata
así, que no para la atención sino en el accidente trivial que colorea
la superficie del mar de los acontecimientos, pueda reaccionar en una
hora dada contra sus hábitos de acción y de pensamiento que perpetúan la
injusticia y la deformidad del sistema social carnicero y embrutecedor
bajo el cual vivimos y aspirar a derrocarlo o mejorarlo?
A
menudo me he detenido a contemplar el hervor de entusiasmo, casi de
locura, que el hombre de hoy pone de manifiesto para estas cosas en que
hacen papel de héroes los pies y los puños. Y me he preguntado hasta qué
desmesuradas proporciones llegaría el esfuerzo colectivo en un momento
dado en pro de esta o aquella causa grande y noble, si se lograse tan
sólo desviar hacia objetivos más altos la mitad siquiera de la tremenda
fuerza impulsiva que arrastra al hombre hacia los “grounds” de baseball y los “rings” de boxeo.
¿Y
por qué esta loca y universal afición a los deportes? ¿No vale la pena
preguntarse eso y ver de estudiar el fenómeno y combatirlo, ya que le
roba a la humanidad más de un noventa por ciento de su fuerza para
abrirse camino, por entre el error y la ignorancia, hacia planos más
altos de vida social?
Por
lo que a mí toca, siempre he creído que esta idolatría del deporte viene
de lejos, viene de la deificación de la forma y de la carne, de lo
puramente corporal, que el seudo-paganismo del renacimiento implantó
como concepto básico de toda la cultura moderna. Esto, que fue en su día
una reacción saludable contra la grosera fobia de todo lo humano que
trató de introducir el cristianismo, se convirtió a la larga en un mal,
como sucede siempre con todo concepto que se estanca.
“Mente sana en cuerpo sano” fué y es una dogma que desde la escuela se
nos hace tragar. Todo el mundo comulga todavía con el tal dogma,
producto cristalizado del estado aquel de conciencia, provocado por el
renacimiento, que, en desquite de la sombría austeridad monacal del
cristianismo, hacía del cultivo del cuerpo la preocupación cardinal del
hombre. Y, sin embargo, lo de “mente sana en cuerpo sano”, que pudo ser
bueno y cierto como reacción contra el anacoreta, no deja de ser hoy una
vil paparrucha. No es del cuerpo sano de donde nace la mente sana,
sino, precisamente, al revés: de la mente sana es que nace el cuerpo
sano. ¿Puede ser sano el cuerpo de una humanidad cuyo espíritu está
todavía en las tinieblas de la barbarie? Curémonos de ésta y todo lo
demás se nos dará por añadidura.
¿Por qué hay cuerpos deformes y lisiados? Por efecto de las dolencias y degeneraciones que engendran a diario la guerra y la miseria. ¿Y éstas de qué proceden? Del estado social groseramente inculto que no ha sabido aún reemplazar la filosofía caníbal del individualismo y de la competencia por la sabia y noble filosofía del colectivismo y de la cooperación. Ya veis, pues, cómo sin el cultivo de la mente, de nada vale que se atienda el cuerpo.
¿Por qué hay cuerpos deformes y lisiados? Por efecto de las dolencias y degeneraciones que engendran a diario la guerra y la miseria. ¿Y éstas de qué proceden? Del estado social groseramente inculto que no ha sabido aún reemplazar la filosofía caníbal del individualismo y de la competencia por la sabia y noble filosofía del colectivismo y de la cooperación. Ya veis, pues, cómo sin el cultivo de la mente, de nada vale que se atienda el cuerpo.
¿Qué
puede hacer el hombre embaucado desde la escuela en las horribles
supersticiones y supercherías que le sirven de base a nuestro sistema
social, sino enamorarse perdidamente de las patas de un héroe de
baseball o de los puños de un héroe del ring? Si en la escuela, en lugar
de abrumarlo y aletargarlo de muerte con horrendos librotes, rellenos
del detritus mental de nuestros antepasados, se le supiera sacudir y
despertar la curiosidad hacia ese mundo vario y alucinante que muestra
sus maravillosos secretos al que ha aprendido a seguir en los libros (no
escolares, esto es, soporíferos y muertos, sino vivos, palpitantes,
llenos de actualidad), y fuera de los libros, la marcha del espíritu
humano a través de la selva oscura y misteriosa de la realidad ¿acaso
habría nadie tan infeliz, tan aburrido, tan vacío de emotividad, que se
resignase, por todo recreo o delectación, con el cencerro musical de una
cupletista, o los triviales y monótonos incidentes de un deporte
físico, cualquiera que sea, cuyo interés reside todo en los pies o en
los puños?
Mente
sana en cuerpo sano... No, bárbaros; al revés, al revés es como hay que
enseñárselo a nuestros hijos: cuerpo sano en mente sana. Si quiere ser
usted un animal limpio y sano, límpiese y cuídese el cuerpo; pero si
quiere ser usted un ser humano limpio y sano, empiece por lavarse y
cultivarse la mente, el espíritu, del cual es su mísero cuerpo un
simple, un insignificante accidente. Enséñele eso a su hijo, señor, y su
hijo, en lugar de coger el periódico para buscar la crónica de baseball
o de boxeo o de hipódromo y las anécdotas pasionales y policiales,
buscará el suceso grande por cuyo interior discurra jugo de
trascendencia de drama y de vitalidad.
VOCABULARIO CONTEXTUAL
1.Sacuda= Que conmueva, asombre o emocione.
2.Suspenda= Que cause admiración, maravilla, asombro.
3.Borrachera= Exageración en el modo de hacer algo.
5.Potencias= Aquello que está en calidad de posible, en capacidad de llegar a ser.
6.Embargadas= Impedidas, retenidas, paralizadas.
7.Anecdótico= Incidental, episódico, ocasional, circunstancial.
8.Autómata= Persona que actúa maquinalmente; sin reflexión..
9.Hervor= Entusiasmo, empeño, sumo interés.
10.Idolatría= Amor excesivo y apasionado hacia algo.
11.Deificación= Ensalzamiento, entronización, glorificación.
12.Seudo-paganismo= Aplícase en general a aquellas actitudes fingidas en defensa de todo lo que no es cristiano.
13.Renacimiento=
Época que comienza a mediados del siglo xv y se prolonga durante todo
el XVI. En esta época asistimos a un descubrimiento del cuerpo, que deja
de ser pecado para convertirse en objeto de goce y alegría.
14.Cristalizado= Que ha tomado forma clara y precisa.
15.Austeridad monacal= Refiérese a lo severo, rígido y penitente de los monasterios.
16.Anacoreta= Persona que vive en lugar solitario, entregada a la contemplación y a la penitencia.
17.Paparrucha= Que es falsa, insubstancial, desatinada.
18.Barbarie= Rusticidad, ignorancia, incultura.
19.Embaucado= Engañado aprovechándose de la inexperiencia o ingenuidad.
20.Supersticiones= Creencias falsas o extrañas a la razón.
21.Supercherías= Creencias falsas, engaños o fraudes.
22.Abrumarlo= Hastiarlo, aturdirlo, fastidiarlo.
23.Aletargarlo= Aturdirlo, atolondrarlo, confundirlo.
24.Detritus
(Voz latina)= Detrito= Lo que resulta de la descomposición de una masa
sólida en pártículas. Refiérese a la broza o desechos de alguna cosa.
25.Soporíferos= Que mueven o inclinan al sueño.
26.Delectación= Deleitación. Placer del ánimo.
27.Cencerro= Campanilla tosca que se ata al pescuezo de las reses. Sonido continuado y monótono.
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