martes, 24 de julio de 2018

LA GUERRA Y LA PAZ






LA GUERRA Y LA PAZ
 (Fragmentos de los artículos de 1915 Me dijo y le Dije (II), En la Guerra  y Cerdos oTigres)


     La paz es lo bárbaro, lo cruel, lo inhumano, y la guerra es la civilización. Paz con tanta mentira; con tanta hipocresía como la que forma el alma del sistema social bajo el cual vivimos, es sencillamente el más degradante de los salvajismos.  
     Mientras mi prójimo no represente para mí otra cosa que un perro colmilludo que al menor descuido me salta encima y me quita el bocado, condenándome a peor muerte que si cayera en la guerra, me seguirá pareciendo bien que mi prójimo y yo nos topemos y acometamos noblemente, de fiera a fiera, en el campo de batalla, en vez de odiarnos y acosarnos sigilosamente, alevosamente, cobardemente, en esta lucha económica de golosos y sagaces y crueles ratoncitos a que nos obliga el estúpido molde social en que vivimos.
     Si el hombre, ya que no hermano al modo evangélico, llegase a ser amigo del otro hombre y terminara así esta lucha de perros hambrientos que sostenemos perennemente por un vil mendrugo; entonces, y sólo entonces, sería yo pacifista y me parecería bien que nos desmayáramos ante la perspectiva de una gota de sangre vertida en la guerra.
     Soy pacífico, pero no pacifista. Y pacífico y todo como soy hasta la misma médula, aplaudo de todo corazón el advenimiento de esta grande y hermosa carnicería en que todos los magnos y contrapuestos valores humanos se encuentran, por fin, en campo raso y se precipitan unos contra otros. Es menos degradante vivir matando al prójimo que vivir robándole. Y es más triste la miseria de un hombre que la muerte de cuatro hombres.
     A la pelea solapada, mañosa y rastrera que sostenemos, suceda la pelea franca y noble de los campos de batalla donde va el hombre a engrandecerse con la grandeza trágica del minuto supremo en que siente que su vida es de vidrio y va a romperse.
     Si hemos de escoger entre seguir viviendo como cerdos o matarnos como fieras, que siga la zambra y que corra a torrentes la sangre de los hombres, si es que de esa sangre derramada ha de surgir un cambio, y que sea la matanza nuestro único ideal. Que mejor es matar de un zarpazo, que ir echando barriga y volviéndose respetable a fuerza de negación u ocultación de sí mismo, en esta necia vida gazmoña y cochina que vamos viviendo.





VOCABULARIO





 1-Bárbaro= Fiero, cruel, sin cultura.

 2-Sigilosamente= En secreto, precaución y reserva. 

 3-Alevosamente= A traición y con cautela.

 4-Golosos= Que tienen mucho deseo de algo. Que están dominados por la codicia.

 5-Sagaces= Astutos. Que presienten y previenen las cosas.

 6-Vil= Despreciable.

 7-Pacìfico= Persona de ánimo manso y sosegado.

 8-Pacifista= Persona partidaria de mantener la paz entre las naciones.

 9-Solapada= Maliciosa y cautelosamente disimulada.

10-Mañosa= De manera disimulada, engañosa.

11-Rastrera= Vil y despreciable.

12-Franca= Manifiesta; frente a frente.

13-Zambra= Fiesta ruidosa. Bulla, algazara.

14-Necia= Ignorante, porfiada y falta de razón.

15-Gazmoña= Que finge modestia, devoción, escrúpulos y virtudes que no tiene.

16-Cochina= Vil y despreciable.







jueves, 12 de julio de 2018

LA CRUELDAD DE LOS MEDICOS






LA CRUELDAD DE LOS MEDICOS
(Artículo de 1914)
     
     No sé por qué me he puesto hoy a pensar en dos cosas igualmente espantables: enfermedades y médicos. Está uno tan acostumbrado a asociar los dos conceptos, el concepto enfermedad al concepto médico y viceversa, que llegan a parecer uno solo. Hay médicos que recuerdan indigestiones, otros que se parecen a una tifoidea, otros que dan la terrible sensación de un dolor de barriga. Pero el mismo respeto casi religioso que me inspiran las enfermedades, me lo inspiran sus aliados los médicos, y declaro que apenas me duele una uña corro a buscar al médico. Estos buenos señores tomadores de pulso y exploradores de la lengua ejercen sobre mí la fascinación aterradora que ejercen los abismos: me atraen y me espantan. Y es por eso, sin duda, porque me atraen y me espantan, que hoy, a pesar de que he querido poner el pensamiento en otras cosas, he venido a parar a no poder pensar sino en ellos.
     Pienso en ellos, y me digo que es llegado el tiempo ya de que estos venerables sacerdotes de la ciencia -de una ciencia oscura que casi es nigromancia- vayan poniendo un poco de menos ciencia y un poco más de humanidad en ciertas funciones de las que más frecuentemente desempeñan. Me refiero a los enfermos incurables, a los que han entrado ya en ese período sombrío en que el rítmico vaivén del corazón va cesando. Período Preagónico, creo que es el nombre bonito que el tecnicismo médico ha dado a este lento, horrible apagamiento de una vida.
     Yo he visto pocas agonías, pero las pocas que he visto me han dejado una impresión indeleble. Y he necesitado irme saturando más y más del tedio de la vida para atreverme a pensar serenamente, sin escalofríos de horror, en ese terrible espectáculo que ofrecen las lentas, las largas, las crueles, las intermitentes e interminables agonías. Los hombres, estos pobres que andamos por el mundo creyéndonos tan importantes y dándonos tantísimo tono, somos grotescos, irremediable y lamentablemente grotescos, tanto en el acto del nacer como en el acto de morir.
     Somos piadosos con los animales. A pesar de la crueldad que todavía se esconde en la mayor parte de nuestras costumbres, y, de un modo especial, en nuestras relaciones con los animales que nos sirven, es lo cierto que la mayoría de las gentes, cuando se les enferma el gato o el perro o el caballo y pierden toda esperanza de curación, se apresuran a matarle para evitarle a la pobre bestia enferma inútiles torturas. Esto prueba que nos damos cuenta de que sería una estéril y odiosa crueldad el prolongar neciamente la agonía de un ser vivo, aunque pertenezca a la humilde categoría de animal doméstico.
     En cambio, con los hombres, con nuestros amados semejantes observamos una conducta opuesta y no sólo nos abstenemos de colaborar activamente en el acto de su muerte para evitarle inútiles y horrendos sufrimientos, sino que, muy al contrario, dejamos que el médico, o los médicos, se echen sobre el enfermo y le pinchen con la inevitable y atroz jeringuilla de la inútil inyección hipodérmica, y le tomen el pulso y le miren la lengua, y de mil modos y con un millón de pretextos, lo zarandeen y atormenten inquisitorialmente hasta que más no pueden.
     Yo sé de enfermos cuya agonía ha durado de este modo, no ya horas sino días y hasta semanas. Y he tenido el inmenso disgusto de oir después al médico, a su médico, jactarse de haber prolongado artificialmente, por medio de oportunas inyecciones, el espectáculo horroroso de aquella agonía eterna del paciente, acompañada por la angustiosa expectación de la familia.
     O yo estoy loco, o esto que hacen los médicos, no se en virtud de qué precepto de su oscura ciencia, es la mayor de las crueldades, el más abominable de los crímenes. Ya sé que al hacerlo invocan el deber, que les impone un duro ministerio, de prolongar a todo trance la vida, pero ¿es la vida lo que ellos prolongan con tales prácticas, o es la agonía? ¿Y es lo mismo vida que agonía? Si fuera como ellos dicen, si dentro de sus rígidos principios estuviera el mandato ineludible de prolongar, estulta e inexorablemente la vida del paciente, aunque esta vida se haya empobrecido y roto de tal modo que sólo quede de ella un ronco y lúgubre estertor y alguna que otra mueca de dolor o de fatiga, o de idiotez grotesca en el lívido rostro, entonces no habría otra solución que declarar que estos principios son contrarios al progreso de los tiempos y deben desterrarse para siempre como un asqueante residuo de barbarie ancestral.
     ¿De qué nos vale progresar vertiginosamente en los diversos mecanismos de la locomoción y en otros órdenes groseros de la vida, si hemos de seguir rigiéndonos en lo sustancial, en lo que atañe a nosotros mismos, a nuestros dolores, a nuestras costumbres, a nuestras concepciones de las cosas, por prácticas salvajes que enjendró en tiempos lejanos y oscuros la ignorancia de nuestros abuelos?
     Todo evoluciona en torno nuestro. Todo cambia. Todo parece irse reformando lentamente  en un sentido de mayor bondad, de mayor calor de simpatía fraternal para todo aquello en que late una chispa de vida. Nuestra sensibilidad evoluciona también. Lo que a nuestro abuelo de hace setenta años le hacía reir o le dejaba indiferente, a los hombres de ahora nos conmueve a menudo dolorosamente.
     Y si esto es así, y si la sensibilidad de los señores médicos no se ha sustraído a esta perenne evolución en un sentido de mayor bondad, yo, en nombre del dolor, acudo a ellos para que me digan si es o no cierto que es una idiota crueldad prolongar tercamente la agonía de un enfermo para darle artificialmente, sacrílegamente, meras apariencias grotescas y lúgubres de una vida borrosa que es sólo una mueca en el lívido rostro, un ronco y lúgubre estertor en la garganta, y una baba viscosa en la boca...




                                                                                                        
VOCABULARIO





1.Sacerdotes= Hombres dedicados y consagrados al desempeño de una profesión o ministerio noble y elevado.

 2.Oscura= Confusa, poco inteligible, incomprensible.

 3.Nigromancia= Arte supersticioso de adivinar lo futuro evocando a los muertos y consultándolos.

 4.Humanidad= Sensibilidad, compasión, piedad.

 5.Sombrío= Lúgubre, tétrico, melancólico.

 6.Período preagónico= Estado previo a la muerte.

 7.Indeleble= Imborrable, durable, inolvidable..

 8.Tedio= Hastío que produce lo que no aporta ningún interés.

 9.Dándonos tantísimo tono= Concediéndonos u otorgándonos nosotros mismos muchísima importancia.

10.Grotescos=  Ridículos, chocantes, extravagantes.

11.Estéril= Improductivo, inútil, ineficaz.

12.Atroz= Cruel, inclemente, terrible.

13.Hipodérmica= Que se pone bajo la piel.

14.Zarandeen= Que lo muevan de un lado a otro.

15.Inquisitorialmente= De modo parecido a los procedimientos crueles del tribunal eclesiástico establecido antiguamente por la Iglesia Católica para  castigar los delitos contra la fe.

16.Abominable= Digno de ser condenado, aborrecido.

17.A todo trance= De manera resuelta y decidida.

18.Estulta= Necia, estúpida, tonta.

19.Inexorablemente= Ineludiblemente, inevitablemente, irremediablemente.

20.Empobrecido= Que ha venido a menos.

21.Roto= Que se ha deteriorado.

22.Lúgubre= Triste, funesto, melancólico.

23.Estertor= Respiración anhelosa que produce un sonido ronco y que suele presentarse en los moribundos.

 24.Lívido= Amoratado.
  
25.Barbarie ancestral= Crueldad propia de tiempos pasados.
 
  26.Rigiéndonos= Guiándonos, conduciéndonos.

  27.Salvajes= Sumamente necias, tercas, zafias o rudas.

  28.Calor=  Favor, afecto, buena acogida.

  29.Late= Palpita= Que está presente.






domingo, 1 de julio de 2018

EL ABOGADISMO







EL ABOGADISMO
 (Fragmento del artículo de 1911 El Abogadismo)

     La cosa de más bulto, la más gorda que atrae mis irresistibles ojos en el campo de nuestras actualidades, es la lista, que publica no recuerdo qué periódico, de aspirantes a ir a la cárcel o a morirse de hambre ejerciendo la infausta carrera de abogado.
     Son miles, son innumerables como las arenas del desierto los tales aspirantes. Y surgen como enjambres, como docenas de zumbadores enjambres, de todas partes: de Manatí, de Utuado, de Humacao, de Caguas, de Aibonito, de Hormigueros, de Cerro Gordo, etcétera, etcétera.
     No hay pueblo ni barrio, ni monte ni llano de Puerto Rico que no registre un caso, o dos, o cien, o mil, de esta terrible plaga de abogadismo o abogaditis que padecemos.
     ¿A quién vamos a defender, Dios mío, cuando no haya clientes, cuando todo el mundo se haya hecho abogado? Creo que no vamos a tener más remedio que devorarnos los unos a los otros, si antes, por caridad y por precaución, no nos echan bola como a los perros.
     Y no se vea en esto que voy escribiendo el menor asomo de prejuicio o mala voluntad contra los llamados abogados prácticos. Para mí en las profesiones, como en todo lo demás, lo único que hay que considerar es el hombre.
     Tan burro se puede ser ejerciendo una profesión mediante un arrogante título universitario, como mediante una modesta licencia del Supremo. La cuestión es la competencia, y ésta ya se sabe que no depende de los libros, ni de la escuela, ni de los maestros, sino de la vocación y capacidad del que estudia.
     Lo alarmante no es, pues, como se ha querido hacer creer hasta ahora, que sea más o menos fácil proveerse de un título y que sea más o menos probable la falta de conocimientos en algunos que ejercen la ingrata carrera. Lo alarmante es la abundancia, la pavorosa abundancia de los del oficio.
     Aunque todos fuéramos más sabios que Lepe, siempre constituiríamos un peligro para nosotros mismos y para los demás, abundando tanto como abundamos. ¿Qué se proponen esas legiones de jóvenes que se presentan diariamente a examen? ¿Tienen madera de mártires y buscan como medio de expiación el ayuno?
     Pero si son mártires y quieren ayunar ¿para qué necesitan una licencia o título? Y si no son mártires que buscan el ayuno, ¿qué son y qué buscan? Cada vez me lo pregunto más y lo entiendo menos.
     Habiendo como ya hay en cada manzana de cada calle de cada pueblo un grupo de abogados, y creciendo como crece el número de estos nuevos héroes cada día, lo lógico sería que los de fuera se santiguaran de espanto, y que los que estamos dentro, porque así le plugo a la cochina suerte, empezáramos a sentir cierta verguenza de ser abogados. Pero como en este estrafalario mundo la lógica es lo menos que priva, lejos de santiguarse nadie, todo el mundo parece aquejado de tal fiebre de abogadismo, que pronto va a ser tan difícil dar por ahí con un profano, que cada vez que ocurra este caso estupendo las gentes sentirán el mismo asombro que sentimos hoy presenciando los vuelos de un aeroplano.
     Si esta pasmosa y nunca vista abundancia fuese de pintores o de poetas o de músicos o de filósofos o de sabios, menos mal, que estos al fin y al cabo algo traen, algo añaden de bondad y de belleza a la vida. Pero ¡Dios mío!, son abogados, nada más que abogados, abogados notarios, hombres de código, máquinas de reglamentación, instrumentos de poda que de un apacible y delicioso valle hacen un predio rústico y de una tortuosa y romántica vereda que serpentea hasta perderse en el misterio de un bosque... ¡horror!... ¡una servidumbre de paso!
     ¡Señor mío Jesucristo! Si en esta tierra sin ventura hemos de tener todos un mismo oficio, haz que todos nos volvamos poetas, músicos, filósofos; haz que nos volvamos locos o seamos bandidos, o que caigamos en el canibalismo o que a todos nos lleve el demonio. Pero, ¡de rodillas te pido Dios mío, que no nos dejes volvernos abogados!





VOCABULARIO





  1.Bulto= Preponderancia, prominencia, relieve.
 
  2.Gorda= Más grande o más importante de lo normal.

  3.Infausta= Desdichada, infortunada, desventurada.
 
  4.Enjambres= Muchedumbre, multitud.

 5.Manatí, Utuado, Humacao, Caguas, Aibonito, Hormigueros= Nombres de pueblos de Puerto Rico.

 6.Cerro Gordo= Nombre de un barrio de Manatí, Puerto Rico.

  7.Plaga= Calamidad grande que aflige a un pueblo. 

 8.Nos echan bola= Que nos envenenen.

 9.Asomo= Indicio, muestra o señal de alguna cosa.

10.Abogados prácticos= Personas diestras en el ejercicio de la abogacía, que por haberla practicado mucho y sin tener un título universitario se les otorgaba una licencia.

11.Burro= Torpe, necio, ignorante.

12.Competencia= Capacidad, facultad, aptitud, talento.

13.Pavorosa= Que causa temor, espanto o sobresalto.

14.Más sabios que Lepe= Proverbio que significa ser muy perspicaz y advertido. 

15.Madera de mártires= Disposición natural de algunas personas para sufrir grandes penalidades.

16.Plugo= Que le vino en gana disponerlo de determinada manera.

17.Cochina= Cicatera, miserable, mezquina.

18.Estrafalario= Extravagante, absurdo, irracional. 

19.Profano= Dícese de aquellos que carecen de conocimientos en una materia.

20.Pasmosa= Que causa gran admiración y asombro extremados.