sábado, 26 de junio de 2021

LA PALANCA ESTOMACAL

 

LA PALANCA ESTOMACAL
(Artículo de 1920)




     Hace ya días, muchos días, que leí una crónica de mi inteligente amigo Lino Tipo, y tomé la resolución de escribir algo acerca de ella. Pero la falta de tiempo, la pereza, vaya usted a saber, me han tenido hasta hoy sin realizar mi propósito, y no es cosa de que se me quede inédito lo que me sugirió la jugosa charla linotipesca.
    Decía en síntesis el querido amigo --cuánto siento no tener a mano LA ESTRELLA que traía dicha crónica-- que todo cuanto se hace, se ha hecho y se ha de hacer en el mundo obedece fatalmente a los tiránicos dictados del estómago, víscera en que coloca él algo así como el máximo resorte de todos los actos humanos, desde los más groseramente egoístas hasta los más aparatosamente altruistas.
     Estoy de acuerdo con Lino Tipo en muchas cosas, pero no puedo estar de acuerdo con él en esto de hacer del estómago el centro ordenador e inspirador de las acciones humanas. No, no y no, amigo mío. Yo carezco ahora de tiempo y de cachaza y de espacio en el periódico para una maciza disertación acerca del interesante punto que usted plantea en la forma sencilla y atrayente que caracteriza su estilo. Pero, quiero al menos manifestar mi inconformidad con su afirmación.
     ¡Qué ha de ser el estómago el tirano ese todopoderoso que usted dice! Somos interesados, eso sí y nos peleamos como alimañas feroces un mendrugo cualquiera. Hemos echado a perder el mundo con el abominable estruendo de nuestras trifulcas y amenazas comerciales e industriales, pero lo cierto es que a pesar de vivir encajonados dentro de un sistema social tan estúpido que nos obliga a disputarnos el pan, que pone a la propiedad antes que a la vida y a la moneda antes que al hombre, pueden tanto en nosotros el corazón y la inteligencia, o sea, lo que está más alto que el estómago, que todas o la mayor parte de las pobres sabandijas humanas somos unos fracasados económicamente, estomacalmente, y lo somos por no otra razón que porque somos muy malos, muy rebeldes, muy ineptos y desleales sirvientes del estómago.
     Y somos tan pobres servidores del estómago, porque, por mucho que hagamos para no desviarnos de la ruta clara que conduce a la conquista del pan, hay una fuerza, la vocación, que tira de nosotros sin cesar, y nos lleva y nos trae y nos sacude a su antojo colocándonos muchas veces, muchísimas veces, en abierta y sufrida contradicción con los más claros dictados del estómago. No hay que remontarse a Jesús, ni a Buda, ni a Sócrates para buscar ejemplos de esto que digo. Basta quedarnos en los hombres de hoy, en los hombres de todos los días.
     Es más, para mayor comodidad, ni siquiera tenemos que acudir fuera de nosotros mismos en busca de comprobaciones. Ahí está usted y aquí estoy yo para ilustrar hasta la evidencia mi aserto de lo poco que puede el estómago cuando lucha con la vocación. Revise y aquilate bien su propia vida, la cadena de episodios que le ha traído a usted hasta aquí, y verá cómo no tiene más remedio que bajar la cabeza y confesarme que, de cada cien pasos que usted ha dado, noventa por lo menos los ha dado en abierta y suicida contradicción con los más categóricos y apremiantes dictados de su víscera estomacal. ¿Sería usted periodista, amigo mío, habría usted cogido siquiera una pluma en sus manos para hilvanar jamás una crónica, si el diablo de la vocación no le hubiera cegado hasta el punto de preferir el duro y mal pagado oficio de la pluma a cualquiera otro de los innumerables y fáciles y cómodos que conducen a uno, si no a la opulencia, a una relativa holgura económica de índole burguesa? ¿Sería yo lo que soy si no hubiera comprometido y sacrificado mil ochocientas veces prebendas y granjerías bien redondas, que no le faltan a nadie que de veras se preocupe exclusivamente de lo que atañe a la salvación de su vientre, sólo por haber seguido los impulsos imperiosos e irresistibles de esa fuerza interior formidable que llamamos vocación y que, a unos más, a otros menos, nos hace a todos marchar a latigazo limpio por donde ella quiere, o cerca de donde ella quiere, y no por donde quiere Nuestro Señor el Estómago? 
     Y ya que hablo de mí, quiero decirle que yo represento, sin duda y sin modestia, un progreso considerable en el orden intelectual sobre mi padre, y tuve además, para triunfar económicamente, facilidades y oportunidades que él nunca tuvo. Pues bien, mi señor padre es rico, y sería rico fatalmente aunque lo hubieran echado al mar metido en un saco, ya que el primer principio de su filosofía es el ahorro, madre de la riqueza, y ya que en él, en mi querido padre, filosofía y vocación marchan en el mejor de los acuerdos. Y en cambio yo, aquí me tiene usted haciendo crónicas, que es lo mismo que decir haciéndome cada día más pobre que una rata.
     Y lo que nos pasa a nosotros, les pasa a tres cuartas partes de nuestros semejantes, ninguno de los cuales se acuerda de Santa Bárbara sino cuando ha tronado muy recio. Esto sin hablar de los héroes, de los iluminados, de los grandes faros mentales de la humanidad: Buda, Jesús, Platón, Napoleón --también redentor aunque parezca paradoja--, Tolstoy, Nietzche, Whitman, Ibsen, etc. ¿No le choca a usted, amigo mío, el que, a medida de un hombre se eleva en la escala de los valores intelectuales, se aparta más y más de su conveniencia individual para solidarizarse más y más con la conveniencia universal? De todo lo cual se desprende que el estómago está donde debe estar, en los cimientos de la fábrica humana.
     Es necesario, es respetable en su papel, pero encima de él está lo que impera, lo que se impone, todo cuanto hace de la casa, o un soberbio palacio o un sombrío calabozo. Es un tornillo imprescindible de la máquina, pero no es el eje de la máquina. Precisamente, si por algo es absurdo el presente sistema social, es porque no tolera otros estímulos para el hombre que los meramente estomacales. Y éstos, créame, ya no mandan más que en el hombre primitivo, el animal, tipo de hombre que una incesante evolución de la afectividad y de la inteligencia ha vuelto muy escaso, y más que escaso flojo, sin ningún influjo espiritual sobre los demás.
     Por eso es por lo que yo le convido a usted a que, para consolarnos de nuestras quiebras, fracasos, tropiezos y catástrofes estomacales o económicos, murmuremos como un rezo amable aquello tan genial y tan lindo de Rubén Darío, cuando lloró su perdida juventud: "Pero es mía, nuestra, el alba de oro".




VOCABULARIO    CONTEXTUAL




  1.Palanca= Interseción poderosa o influencia que se emplea para lograr algún fin.

  2.Lino Tipo= Pseudónimo de algún periodista amigo de Nemesio.

  3.Fatalmente= Inevitablemente, forzosamente, ineludiblemente.

  4.Aparatosamente= Excesivamente, exageradamente.

  5.Cachaza= Tranquilidad, calma, sosiego.

  6.Maciza= Bien fundada, con base sólida.

  7.Prebendas= Ventajas o beneficios que recibe una persona con poco trabajo.

  8,Granjerías= Beneficios, ganancias, provechos.

  9.Redondas= Muy provechosas.

10.Influjo= Influencia, ascendiente.

11."Pero es mía, nuestra, el alba de oro"= Trasposición del verso final de la Canción de otoño en primavera de Rubén Darío. El verso exacto dice así: : "Mas es mía el alba de oro".




miércoles, 16 de junio de 2021

INUTIL AFAN

     



                                                         INUTIL AFAN

(Fragmento del artículo de 1912 ¡Quién Fuera Burro!)
   
      ¿De qué vale que el cielo se tiña de un tímido azul, y que la brisa tenga sabor de caricia, y que haya rosas en las mejillas de las mujeres, y cabeceos y coqueteos femeniles en las copas de los flamboyanes?
     ¿De qué vale eso, si somos ciegos y sordos para todo lo que no sea el choque y el clamor de nuestras ambiciones? ¡Torpes y cobardes ambiciones lacayunas que se persiguen y muerden las unas a las otras como lobas hambrientas, sin piedad ni tregua!
     ¿De qué vale, Dios mío, la perenne y silenciosa irradiación de belleza y misterio de las cosas, si, lejos de gozar de la belleza y de estremecernos voluptuosamente ante el misterio, sólo sabemos y queremos poner los ojos en lo feo, en lo ordinario, en lo ruin, dejándonos avasallar únicamente por esos dos formidables y odiosos instintos llamados vanidad y codicia que se reparten el imperio del mundo?
     Yo creo que al mundo lo que le hace más daño, lo que lo aplebeya y emporca más, es precisamente la acción, el movimiento, la actividad puramente mercantil que venimos desarrollando hace siglos; ese inútil afán que nos devora por cosas mezquinas que no añaden nada al positivo bienestar de cada cual, ese histérico y degradante correr y más correr, siempre impulsados por la codicia o la vanidad, tras de necias y ridículas falacias.
     ¡Qué bueno, o por lo menos, que aceptable sería el mundo si los hombres dejásemos de desvelarnos y pelearnos por minucias, y, cada uno a su modo, luchásemos todos por ir eliminando de nuestros espíritus toda la mugre de ordinariez que tenemos almacenada para tormento nuestro y de nuestros semejantes!




VOCABULARIO  CONTEXTUAL




1.Cabeceos y coqueteos femeniles= Dícese de ciertos movimientos y actitudes propios de la feminidad para tratar de agradar.

2.Lacayunas= Propio de las cosas serviles, indignas, despreciables.

3.Vanidad= Vana fantasía ante la caducidad de las cosas de este mundo.

4.Codicia= Deseo ansioso y excesivo de bienes o riquezas.

5.Imperio= Autoridad o poder.

6.Aplebeya= Que lo hace grosero o innoble.

7.Emporca= Que lo llena de cosas desagradables, de poco valor.

8.Mercantil= Propio de las actividades con afán de lucro.

9.Histérico= Dícese de las acciones disparatadas, desacertadas.

10.Falacias= Falsedades, engaños, mentiras.

11.Minucias= Cosas de poca entidad o de poco valor.

12.Mugre de ordinariez= Costra de ignorancia e incultura.





lunes, 7 de junio de 2021

EL QUESO Y EL RATON





                                                 


                                           EL QUESO Y EL RATON

(Artículo de 1919) 



     Copio del periódico americano "The Magazine of Wall Street", número de julio 19:

     "Hay muchos hombres --no sólo en New York sino también en otras partes de Estados Unidos-- que quizás no son todavía nacionalmente conocidos, pero que tranquilamente se van labrando una gran carrera para sí mismos. Dentro de cinco o diez años sus amigos, al verlos pasar, dirán: "Yo conocí a Brown cuando él era solamente tal o cual cosa. Ved ahora la posición prominente que ocupa." "Hombres de este calibre están comenzando a hacer sonar sus nombres en los altos círculos cada vez con mayor frecuencia y "The Magazine of Wall Street" se propone presentar esta serie de esbozos de sus carreras que deben ser una fuente de emulación para todos aquellos jóvenes que estén resueltos a conquistar su parte en el período de prosperidad que se ha iniciado para nuestro país."

     Permítame ahora el honorable órgano de su Majestad Imperial la Banca de Wall Street una tímida observación. Esas plazas prominentes para esos jóvenes de ambición de que usted habla, ¿han de ser tantas como tantos sean los jóvenes modelos, los Brown, que se hagan acreedores a tal premio?
     Seguramente que no, ¿verdad? Cada firma o cada casa opulenta podrá tener cabida para uno, para tres, para cinco... para un número limitadísimo, casi infinitesimal. Tenemos, pues, que por cada jovencito modelo, marca mosquita muerta (o sea, hecho a la medida del gusto y conveniencia del principal) que logre entrar por el ojo de la aguja de una tal plaza prominente en perspectiva, habrá mil, diez mil, una legión que -¡claro! por no haber cabida para todos- no tendrá otro porvenir que el de reventar por el camino, convertido por toda la vida en un sufrido y sudoroso y lamentable burro de alquiler.
     Luego... Luego el honorable Magazine de Wall Street debe cambiar de copla, porque ésta está muy vieja (yo se la oí a mi abuelo) y no tratar de hacer tragar a nuestros hijos, a las nuevas generaciones en que está hoy toda la esperanza del mundo, la adormidera esa de la alta posición que les espera si se portan bien, esto es, si extinguen en sus almas toda ansia juvenil, rebelde y generosa, de superación, para plegarse sumisos a los gustos e intereses del principal.
     ¡Oh, la coplita vieja de Wall Street! ¡Cuántos hay todavía que seducidos por ella abdican del supremo orgullo de sentirse jóvenes, y por consiguiente renovadores, y bajan la cabeza, y al paso de buey viejo van macilentamente, anda que anda, rumiando el sueño sanchopancesco de la alta posición, a base única de barriga llena, automóvil y libro de cheques... Es como un ejército de ratas que se viese marchar lúgubremente noche y día, en ordenada procesión, fascinado por la visión de un poquito de queso pendiente de un hilo allá en lo alto de un palo. ¡De un palo siniestro, muy flaco y muy solo, a cuyo extremo ninguna de las ratas -sino una entre mil- ha de llegar jamás!




VOCABULARIO   CONTEXTUAL




  1.Wall Street= El término es usado para hacer referencia tanto al mercado financiero estadounidense como a instituciones financieras.

  2.Mosquita muerta= Que afecta (finge) mansedumbre y docilidad.
  
 3.El principal= El jefe, el amo.

 4.Adormidera= Que adormece, acalla, entretiene.

  5.Macilentamente= Tristemente, decaídamente, melancólicamente.

  6.Rumiando= Considerando algo una y otra vez. 

 7.Sanchopancesco. Relativo a Sancho Panza. Que antepone a todo el provecho, interés o fruto que se saca de una cosa.

  8.Lúgubremente= De modo triste, melancólico, sombrío.

  9.Fascinado= Engañado, alucinado, ofuscado.

10.Siniestro= Funesto, infeliz, aciago.




Nemesio R. Canales  (jayuyano)

martes, 1 de junio de 2021

YO ERA UN VIEJO MENDIGO

   




                                                       

                                    YO ERA UN VIEJO MENDIGO                                                                               (Artículo de 1915)


   Yo era un viejo mendigo...
   Yo era un viejo mendigo que iba por los caminos con la sola impedimenta y compañía de mi mochila y mi bastón.
     Antes, ya hacía tiempo, yo había sido eso que llaman caballero, esto es, una cosa triste, una cosa incolora, inerte, una mezcla abominable de virtudes pequeñas y de minúsculos vicios cobardes y toscos.
     Pero llegó un día en que mi sangre y mis nervios rebeldes brincaron coléricos, y fuí hombre otra vez, y sentí y pensé por mí mismo, en menosprecio y desafío de los cánones sociales... Y rodé y rodé tanto a consecuencia de mi loca resolución de no ser más un ridículo y vacuo monigote social, que no tardaron en venir las alimañas de la miseria. Vinieron las viscosas alimañas de la negra miseria, y se cebaron en mi carne y en mi alma. Y sentí angustia, y pensé en el suicidio. Pero he aquí que de pronto veo claro en la noche de mis pensamientos y me convenzo que era tonto morir cuando me quedaba aún dentro de la vida una nueva y tentadora aventura --la última-- que emprender. "Similia similibus curantur." ¿Padecía de miseria? Pues en la miseria misma había de hallar remedio y olvido.    Y una tarde lluviosa de enero en que todas las cosas se hacían musicales y le cantaban a mi alma ensoñadora vagas melancolías, resolví recobrar mi dignidad perdida, y en un rapto orgulloso de amor a la vida, me llené de humildad, tendí la mano en demanda de una limosna, y abracé para siempre la romántica y noble carrera de mendigo.
     Y ya hace varios años que voy por los caminos sin prisa y sin rumbo, saboreando a diario la enorme y casi terrible voluptuosidad de sentirme, dentro de mis harapos, solo y libre, rey de mis emociones y de mis pensamientos en un mundo en que todo es esclavo. Y desde la cumbre de mi inmensa humildad, miro la vida bajo un aspecto nuevo y amplio y casi sonriente; y cada piedra, cada árbol y cada monte y cada bestia del camino me detienen y me acarician dulcemente, ofreciéndose a mis ojos con indecisos e inefables lineamientos de enigma y de poema.  Y voy andando, andando. Y pasan junto a mí los erguidos señores de la tierra, y yo les miro sin odio y sin amor, pero con pena, con mucha pena de su ceguedad, de su sordera, de su espantable insensibilidad marmórea que les hace fuertes como dioses, pero que también les despoja de todo calor de humanidad, volviéndolos cadáveres antes de haber muerto.
     Y era otra vez una tarde lluviosa de enero, toda melancolía. Y era, en el tierno regazo de la tarde aquella, una lomita verde, suavemente ondulada y amable. Y era sobre el verdor ingenuo de la loma, la visión gris de un bohío campesino... Yo llegué a la casita, y pedí, desde la puerta, un rincón donde guarecerme de la lluvia. Y del interior de la casita salió una voz de plata que me dijo que entrara, y luego una figura de mujer bella y joven se me puso delante. Y pasó entonces por mi alma, como una puñalada, un agudo pesar de no ser caballero y galán como antes. Pero aquella congoja fue breve, y, transcurrido un minuto de contemplación y de tímida charla en el seno de la rústica familia moradora del bohío, volvió a hacerse la paz en mi alma de mendigo, al tiempo que allá fuera la lluvia había callado y se extendía la noche. Siguió la plática a medida que se iban encendiendo las estrellas, y mientras de mis labios de mendigo iba saliendo lentamente la tenue luz crepuscular de la historia de mi vida vagabunda, ensoñadora y mendicante, a los ojos de la muchacha se asomaba de cuando en cuando un resplandor de simpatía. Y yo tuve la pequeña e infinita ventura de dormirme aquella noche pensando que entre el encanto de aquella mujer cuyos ojos me habían amado, y el encanto del viento que zumbaba en la yaguas del bohío, y el encanto lejano de la luna bajo cuyo ensalmo reposaba la verde lomita de silueta ondulada y amable, existía desde la eternidad como un hilo que los enlazaba y como un pacto milagroso de no ser, de no darse plenamente sino al hombre dotado de heroísmo suficiente, no para descubrir tierras ni emancipar pueblos, sino para descubrirse a sí mismo, y dotar a su espíritu, a través de la suprema humildad, del orgullo supremo de sentirse sereno, solo y libre en un mundo de esclavos. Amaneció; me dispuse a salir, y afablemente dije mi adiós a todos. La mano de la niña temblaba levemente al estrechar la mía... y yo me dije a mí mismo que nunca más, nunca más, le haría a mi suerte el imbécil reproche de haber dejado para siempre de ser caballero y galán. Salí al batey. Acaricié al pasar el húmedo y bello hocico de un becerro que por allí triscaba, entregado todavía al alborozo de la mañana, y empecé a caminar mochila al hombro por una vereda que llevaba a un río. Y anda, anda, anda.
     Yo era un viejo mendigo...




                                    VOCABULARIO   CONTEXTUAL




  1.Impedimenta= Bagaje que suele llevar la tropa, e impide  la celeridad de las marchas.

  2.Incolora= Impersonal, indiferente, insulsa.
   
  3.Inerte= Desidiosa, apática, indolente.

 4.Abominable= Digno de ser aborrecido por malo o perjudicial.

 5.Cánones sociales= Reglas o preceptos, generalmente fijados por las costumbres o los usos.

  6.Vacuo= Superficial, insustancial, trivial.

  7.Monigote= Títere, pelele, fantoche.

  8.Alimañas= Dícese de las cosas malas y perversas que causan gran daño.

  9.Viscosas= Dícese de las cosas pegajosas que  se adhieren a uno.

10.Cebaron= Que se ensañaron con él causándole daño o dolor

11.Similia similibus curantur= Lo semejante con su semejante se cura, un clavo saca otro clavo.

12.Rapto= Impulso, emoción o sentimiento muy intenso.

13.Romántica= Noble de ánimo, sentimental, soñadora.

14.Voluptuosidad= Gozo, placer, deleite.

15.Inefables= Que no se pueden explicar con palabras.

16.Lineamientos= Dícese de los rasgos  o características de las cosas.

17.Enigma= Cosa difícil de comprender.

18.Erguidos= Engreídos, ensoberbecidos, envanecidos.

19.Marmórea= Semejante al mármol en algunas de sus cualidades.

20.Bohío=  Cabaña de América, hecha de madera y ramas, caña o pajas.

21.Mendicante= Que mendiga o pide limosnas.

22.Yaguas= Láminas fibrosas que rodean la parte superior de la palma real y con las cuales se techaban las chozas de los indios y de los campesinos en Puerto Rico hasta la mitad del siglo XX.

23.Ensalmo= Hechizo, encanto, seducción

24.Triscaba= Jugueteaba, retozaba, correteaba.