lunes, 30 de mayo de 2022

Riqueza y Pobreza IV

 

Quinto de una serie de nueve artículos sobre el tema



Considerando, pues, al pobre como un peligro o calamidad pública o, para decirlo mejor, como la causa de todos los peligros y calamidades, ¿es sentado, es prudente que sigamos considerando su pobreza como cosa suya, exclusivamente suya, con la cual nada tenemos que ver, como no sea para mostrarnos compadecidos con arreglo al Catecismo, y para nutrir y entretener su pobreza con una degradante limosnita misericordiosa?


¿Quiénes son los que exhiben pústulas y horrores en los hospitales? ¿Quiénes son los tributarios únicos del código penal? ¿Quiénes los que roban, falsifican y pelean, y matan incesantemente, dándole ocupación constante a jueces, esbirros, fiscales, alcaides, verdugos? ¿Quiénes los que, hacinados en los suburbios de las ciudades, esparcen a los cuatro vientos la simiente horrenda de cada epidemia? ¿Quiénes los sucios, los tristes, los rencorosos, los que se quejan, y piden y acechan, y asaltan en cada sombría encrucijada? ¿Quiénes los que han hecho peligroso hasta el amor, porque por medio del amor transmiten el contagio terrible de abominables dolencias desde el lupanar hasta un hogar limpio y honrado, y hasta los palacios de los poderosos?

No hay más remedio que contestarme siempre, que son siempre los pobres.

¿Se quiere mejor prueba de que el problema de la pobreza es un problema de sanidad como el problema de la viruela y la fiebre tifoidea?

¿Dejamos a los variolosos y a los tifoideos que ellos mismos se curen, conformándonos con tirarles desde  lejos el hueso de una beatífica limosnita?

No. Al enfermo de viruela o de tifus le cogemos por el cogote y lo bañamos y lo curamos, por la cuenta que nos trae, y si no lo podemos curar, lo matamos sin andarnos con chiquitas. ¡Y es que el miedo hace milagros! ¡Es que el mejor conocido agente de actividad y de progreso social es el miedo!

Por el miedo, pues, y no por sentimientos y principios filantrópicos que todo el mundo finge respetar, pero que todo el mundo manda a paseo cuando llega el momento, por el miedo, repito, llegaremos a hacer con los pobres lo que hacemos con los apestados de todas clases: los agarraremos por el cogote, y los bañaremos y los curaremos a viva fuerza de la abominable llaga de su pobreza... y al que no podamos curar lo mataremos sin andarnos con melindres. Y lo más bonito de todo ello será que, al que tengamos que matar, porque se resiste a ser rico, lo mataremos serenamente, humanamente, sencillamente, sin el terrible ceremonial de la justicia de hoy, sin llenarnos la boca diciendo que ejemplarizamos o moralizamos o castigamos en nombre de la ley como decimos hoy cada vez que, por miedo o por venganza, cometemos una gran salvajada judicial.

Pero -se me dirá-, ¿cómo vamos a deshacernos de los pobres?, ¿cómo vamos a resolver el milagro de extirpar de raíz toda pobreza? Y yo diré que tan morrocotuda pregunta merece una morrocotuda contestación, y que esta morrocotuda contestación merece otro morrocotudo palique...



VOCABULARIO    CONTEXTUAL



1.Sentado= Sensato, reflexivo, prudente.

2.Pústulas= Hinchazón que se produce en la piel debido a la acumulación de pus.

3.Esbirros= Hombre que, a cambio de dinero, realiza las acciones violentas o amenazas que se le ordenan.

4.Lupanar= Prostíbulo, burdel.

5.Sanidad= Salubridad. Estado general de la salud pública en un lugar determinado.

6.Varioloso= Que padece viruela.

7.Cogote= Parte superior y posterior del cuello donde se une con la cabeza.

8.Andarse con chiquitas= Usar pretextos o subterfugios para esquivar una obligación.

9.Manda a paseo= Desentenderse o prescindir de algo.

10.Apestados= Que padecen la peste.

11.A viva fuerza= Violentamente, con todo el vigor posible.

12.Andarnos con melindres= Escrúpulo excesivos en acciones, gestos o palabras.

13.Morrocotuda= Extraordinariamente bueno o grande en intensidad, dificultad o importancia.





jueves, 26 de mayo de 2022

Riqueza y Pobreza III

 

Cuarto de una serie de nueve artículos sobre el tema.


Decía yo que nuestro organismo social tiene en la sangre un virus infeccioso, causa de la ignorancia, causa de pestilencia y de crímenes.


Pues bien, ese virus no es otro que la pobreza. Basta detenernos a pensar un solo instante para convencernos de ello. Son los pobres, son los enfermos del terrible virus de la miseria, los que nutren sin cesar hospitales y cárceles.

Siendo esto así, yo quiero que se me diga si no es una tremenda estupidez el creer que es a los pobres a quienes únicamente afecta el problema de dejar de ser pobres, esto es, el problema de ser causa y raíz de todas las lacerías humanas, de todos los males que llenan el mundo.

Yo digo que es a los ricos, a los poderosos, a los privilegiados de todo género, a los que incumbe, no por principios filantrópicos más o menos nebulosos, sino por egoísmo, por puro egoísmo, la tarea de ir borrando de la tierra la mancha horrible de la miseria. ¿De qué vale tener una fortuna, haber triunfado en la refriega social, haber escalado las más altas cumbres de la riqueza o la gloria, si nada de eso nos libra de vivir en un mundo que es un inmenso lapachar donde tenemos por fuerza que cubrirnos de lodo hasta los ojos? ¿De qué vale que consagremos a la conquista del millón redentor toda una vida, si, mientras más millones acumulemos, más acosados, más perseguidos nos hemos de ver por la siniestra legión de los enfermos, de los leprosos, de los brutos, de los criminales? ¿No sacrificarían los ricos la mitad de su riqueza a cambio de poder gozar en paz de la otra mitad en un mundo curado para siempre del cáncer espantable de la ignorancia, madre de la violencia, abuela de los crímenes?

Y ya es hora de decir que no se combate la pobreza con esa ñoña caridad de reglamento que levanta hospitales y asilos y hace de cuando en cuando una limosna. No se combate la sarna, no se combate la viruela, no se combate la lepra, ayudándolas a vivir con obras de misericordia; se combaten persiguiéndolas, se combaten matándolas.

No se combate la pobreza, sino acabando con el pobre, y no se  acaba con el pobre llevándole en mananda a hospitales y cárceles y ayudándole con limosnitas irrisorias de misericordia a seguir siendo pobre.

Si se pudiera acabar la pobreza matando a los pobres, a lo Herodes, yo no vacilaría en aconsejar ese procedimiento como más en armonía con la barbarie de nuestro actual estado social; pero además de que el remedio no nos curaría sino temporalmente, porque pronto volveríamos a llenarnos de pobres, es seguro que los ricos, los mismos ricos, serían los primeros que habrían de combatir con uñas y dientes contra esta matanza draconiana que les dejaría privados de un golpe del brazo de los pobres, del sudor de los pobres, de esa máquina humana más barata y más cómoda que ninguna otra máquina.

Tenemos, pues, que no podemos matar a los pobres. Y si no podemos matar a los pobres, ¿qué recurso, qué remedio, qué fórmula emplear para librarnos de la pobreza?

El remedio es bien sencillo.

De la misma manera que cuando vemos a un individuo con síntomas de viruela o de fiebre amarilla o de peste bubónica, consideramos nuestro negocio, y no el suyo, alarmarnos hasta volvernos locos por temor del contagio, y le mandamos aislar y le buscamos un islote o un rincón cualquiera lo más distante posible para que los médicos se entiendan con él y lo despachen cuanto antes, y una vez muerto, seguimos considerando nuestro negocio -y no el de la familia del finado- el pegarle fuego a la casa y a la ropa y hasta al recuerdo del muerto; de la misma manera que en ocasiones semejantes consideramos nuestro mejor negocio, nuestra más apremiante y respetable necesidad echarnos sobre el apestado y tratar por todos los medios a nuestro alcance de combatir en su persona la infección iniciada, creo yo que debemos acostumbrarnos a ver en la pobreza un mal -no para los pobres- sino para todos, los pobres y los ricos, con lo cual vendríamos pronto a quedar convencidos de que el mejor negocio para los ricos y los sanos y los poderosos consiste en no permitirle a nadie el crimen de ser pobre, como no le premitimos a nadie el crimen de andar suelto por la calle atacado de viruela, o de vómito, o de lepra, o de rabia.




VOCABULARIO    CONTEXTUAL



1.Lacerías= Pobreza, indigencia, estrechez, necesidad, miseria

2.Lapachar=  Terreno cenagoso o excesivamente húmedo.  

3.Ñoña= De poca sustancia, apocada, reducida.

4.Irrisorias= Insignificantes por pequeño.

5.Draconiana= Relativo a Dracón, legislador de Atenas cuyas leyes eran excesivamente severas.


lunes, 23 de mayo de 2022

Riqueza y Pobreza II

 

Tercero de una serie de nueve artículos sobre el tema.



En mis anteriores paliques quedamos en que, considerando el dinero como una síntesis donde cabe todo lo que posee algún valor en la tierra, yo me espantaba de que hubiera nadie que predicase que hay algún mérito en ser pobre.


No tengo más remedio, para ser consecuente conmigo mismo, que espantarme también ante este absurdo y abominable Sistema Social que nos rige.

Se funda nuestra actual sociedad en la explotación de todos por unos pocos, sin beneficio real para nadie. Millones y millones de hombres en todo el planeta trabajan y sudan y se privan de todo, hasta de lo más elemental, para engordar a una docena de privilegiados en cada país, que ni siquiera se dan cuenta del privilegio de que disfrutan. Y yo me distingo de la mayor parte de los que tratan con un sentido humano y liberal esta cuestión, en que, lejos de renegar y maldecir de los que gozan el privilegio de que todo les sobre mientras a los demás todo les falta, lejos, repito, de echar pestes contra estos privilegiados, les alabo y les aplaudo por ello, y hasta confieso sin rubor que si me viera en el duro trance de tener que apechugar con un cargamento de millones, no los soltaba después aunque llovieran sobre mí todos los sermones y diatribas de la tierra. Sí, yo creo que hacen muy bien los ricos en arramblar con todo lo que puedan al amparo de una sociedad que lo consiente y hasta lo premia.

No es malo -¡qué ha de ser!- tener muchos millones. Ya he dicho yo que lo único malo, lo único criminal, es ser pobre. El dilema es éste; o se es pobre, o se es rico; o se es explotado o explotador; o se es cordero o se es lobo. La elección no es dudosa, al menos para mí. Sépase bien, que entre los dos papeles, el de cordero indefenso y resignado y el de lobo, elijo sin vacilar este último: me delaro lobo, y lobos serán -si ha de depender de mí- ¡mis hijos y mis nietos! Pero el hecho de que yo no diga nada contra los ricos y contra los lobos, no significa, como pensará alguien, que yo esté conforme con el actual sistema social, que consagra todas sus actividades a la defensa del rico contra el pobre.

No es por sentimentalismo, por pura compasión del pobre, que debemos tratar de renovar lo existente y poner en su lugar otra cosa. Es por egoísmo, es por la conveniencia de todos, es por amor a la salud y a la estética del mundo que debemos suprimir a los pobres, ya que de éstos procede toda la suciedad, toda la peste, toda la maldad esparcida sobre el globo.

Nos pasamos la vida fabricando escuelas para extingir la ignorancia; dictando leyes y más leyes sanitarias para extinguir la enfermedades; estaleciendo y sosteniendo cárceles y tribunales, y pagando un costosísimo ejército de funcionarios -jueces, fiscales, policías, alcaides, verdugos- para extinguir los criminales.

Y sin emargo, cada día los males combatidos aparecen más numerosos, más fieros; y la brutalidad, y la enfermedad, y el crimen se reparten, invencibles, el imperio del mundo.

Y es que, con respecto de los males sociales enumerados, procedemos de la misma manera que ciertos médicos malos con respecto a las dolencias orgánicas.

Se le queja uno a ciertos médicos de que se le ha empezado a cubrir el cuerpo de tumores, y el médico sale recetando enseguida emplastos y lavatorios para cada tumor, como si la enfermedad radicase en la piel y no en la sangre.

Y la sociedad hace igual. Escuelas por aquí, sanidad por allá, cárceles y tribunales y esbirros y verdugos por todas partes para combatir la ignorancia, las enfermedades, los crímenes, sin tener en cuenta que todas eses cosas no son más que síntomas, tumores, manifestaciones de un virus infeccioso que radica, no en la superficie, sino en la esencia, en la sangre, en la médula misma del organismo social.



VOCABULARIO   CONTEXTUAL


 1.Apechugar= Cargar con alguna obligación o circunstancia ingrata o no deseada.

 2.Diatriba= Discurso o escrito violento e injurioso contra personas o cosas.

 3.Arramblar= Despojar, desvalijar, escamotear, arrebatar.

 4.Cordero= Persona dócil, manso, apocado.

 5.Lobo= Hombre despiadado, implacable, feroz.

 6.Esbirros= Los que se dedican profesionalmente a ejecutar las órdenes violentas de una autoridad.






viernes, 20 de mayo de 2022

¡El dinero!

 

Segundo de una serie de nueve artículos sobre el tema.


                                                           ¡El dinero!


No creo que sacamos nada con sentir, o simular que sentimos, el santo horror del dinero. Es más, yo creo que amar el dinero es lo mismo que amar la vida. Porque, ¿qué es la moneda sino un símbolo convencional que hemos adoptado para facilitar el intercambio y disfrute de todos los productos de la naturaleza y de la industria humana? ¿Qué es la moneda sino un símbolo con que en el comercio humano nos representamos todos los valores de la tierra?

Por el dinero asistimos a una fiesta, entramos en un teatro; por el dinero comemos, vestimos, nos aseamos y educamos y pulimos; por el dinero columbramos y tocamos los arcanos de la ciencia y los cielos del arte... ¿Qué es la moneda, pues, sino una inmensa fórmula suprema que encierra y compendia cuanto hay de grande, cuanto hay de sano, cuanto hay de noble, cuanto hay de bello; todo lo que puede significar nutrición y vigor para los cuerpos y solaz y emoción y alegría y éxtasis para las almas?

Pero conste que hay una enorme diferencia entre mi amor al dinero y el amor del avaro o usurero.

En mi amor por el dinero resplandece mi amor por la vida, por las cosas que ennoblecen y embellecen la existencia; en el amor del avaro, por el contrario, no existe ni el más leve destello de un solo anhelo natural y humano.

Para mí, el dinero es un signo, un medio, un camino. Para la pobre y estúpida alimaña avariciosa, el dinero es un fin, algo que tiene valor per se, algo con cuya mera posesión está contenta, aunque todo lo demás le falte.

Ambos, el avaro y yo, adoramos el becerro de oro, pero, mientras el avaro -y con el nombre de avaro designo yo a todo aquel que se roba realizaciones de anhelos a sí mismo para meter dinero en la caja-, mientras el avaro traduce su oración al becerro en un estéril rezo, yo traduzco la mía junto al becerro, saltándole encima y mandándole que me lleve a todas partes.

Y es precisamente por el aprecio que yo hago del valor inmensurable del dinero, que protesto y me rebelo con todas mis fuerzas contra el actual sistema social que permite neciamente que unos pocos, unos cuantos piratas rapaces, o unos cuantos hijos de piratas, o unos cuantos memos, protegidos por el ciego azar, nos roben todo el dinero, es decir toda la vida, es decir toda la crema de las cosas de este mundo.

No hay para que salirme diciendo que hay cosas -la inteligencia, el valor, la integridad, la bondad, el arte, la belleza y muchas más- que están por encima del dinero. En eso, yo, vil adorador del dinero, voy más lejos que nadie. No sólo creo que esas -las más altas cualidades del espíritu- están por encima del dinero, sino que creo que hasta una gota de agua, una hoja de yagrumo, un huevo de gallina, un hijo o una uva, cualquier cosa, en fin, vale mucho más que una onza de oro. La onza en sí nada vale; es un signo, un símbolo, y los símbolos ya se sabe que -aparte del valor que hemos querido que representen- real y positivamente valen menos que un comino.

Pero es precisamente por el respeto y el amor que yo les tengo a esas cosas en que la naturaleza reparte sus dones y de los cuales el dinero es símbolo, que yo insisto en predicar mi credo de amor a la riqueza, y aborrecimiento mortal a la pobreza. ¡Pero es que hasta me parece una monstruosidad abominable que a nadie se le diga que es bueno ser pobre; esto es, no comer, no vestir, no estudiar, no pasear, no meditar, no vagar, no sentir, no amar; no poder imprimir a nuestro paso la orientación apetecida; no poder cultivar por dentro y por fuera, como se cultiva una flor, nuestra propia personalidad; no poder ser dueños de nosotros mismos ni una hora ni un minuto; no poder arder como las mariposas en el perenne y colosal incendio de la vida... ¡ser siempre, siempre, por los siglos de los siglos, una pobre bestia resignada que trabaja y sufre!



VOCABULARIO    CONTEXTUAL



 1.Columbramos= Divisar desde lejos una cosa, sin distinguirla bien. Entrever, vislumbrar.

 2.Arcanos= Misterios, enigmas, secretos recónditos.

3.El becerro de oro= Según la Biblia, era un ídolo para adorar que  crearon los israelitas cuando Moisés subió al monte Sinaí.

 4.Memos= Estúpidos, tontos, simples.

 5.Ciego azar= Suerte, fortuna, casualidad.

 6.Valen menos que un comino= Se usa para significar algo de escasa importancia.






martes, 17 de mayo de 2022

La Virtud del Dinero

  

Primero de una serie de 9 artículos sobre el tema.


                                  La Virtud del Dinero 


Se habla siempre con profundo desdén del "vil metal". En el hogar, en la escuela, en la iglesia, en el teatro, la academia, en todas partes, la afición al vil metal es reprobada como feísimo delito.

Y siempre, siempre, se ha venido predicando al hombre que aborrezca como pecado mortal la codicia.

En cambio, ¡cuántos himnos, cuántas alabanzas cantadas a la pobreza! La pobreza honrada, lo pobreza sostenida con decoro, la pobreza aceptada alegremente, ¡qué virtud tan noble, que cosa tan envidiable y tan bella! 

Y los años se suceden, y los siglos pasan, y del fondo de hogares y escuelas e iglesias y teatros, continúa elevándose a los cielos el clamor de los hombres bendiciendo al pobre y condenando al rico.

Y sin embargo, sin embargo, infeliz de aquel que tome en serio el clamor general que ensalza al pobre y abomina al rico. Basta lanzarse en el torbellino del mundo, basta darse un chapuzón en la vida, basta iniciarse en la refriega social, para que la vida nos enseñe a marronazos que, al contrario de lo que cantan en hogares y escuelas, iglesias y teatros, la pobreza es un pecado abominable, y la riqueza la más alta, la más noble, la más espléndida de las virtudes.

Tal como está organizada la vida, la riqueza es la fuerza, y la fuerza es la salud, la inspiración, la armonía, la bondad, la fuente eterna de luz y de progreso y de gloria.

La riqueza limpia, la riqueza ennoblece y embellece. Los más grandes bandidos de la tierra cuando han triunfado, cuando se pasean por el mundo ostentando el nombre de millonarios, lejos de parecernos bandidos nos inspiran respeto, nos parecen seres superiores, y a su paso las más altivas frentes se inclinan, las cabezas más erguidas se descubren.

Las mismas escuelas, academias e iglesias que se pasan la vida anatemizando la riqueza y ensalzando al pobre, a cada donativo del bandido millonario se postran reverentes y le llaman, entre cánticos entusiastas, "varón magnánimo", "ilustre prócer", "generoso filántropo".

Y mientras al pobre, aunque sea inteligente y honrado, nos limitamos a hacerle justicia, llamándole con cierto indefinible y recóndito desdén, "buen hombre", apenas hemos divisado al rico le saludamos sonriente y efusivos, le estrechamos con apretón nervioso su mano y le ofrecemos nuestra casa, y se nos cae la baba, y reventamos de orgullo y de júbilo si nos digna concedernos el honor de una visita.

Y el bandido millonario, el hombre sin entrañas, la fiera que se abrió paso repartiendo entre los demás hombres dentelladas y zarpazos, al verse alabado, festejado y adorado como un dios, al notar que la sociedad le devuelve bien por mal, se va dulcificando, empieza a sentir él también respeto, casi adoración por sí mismo, y va lenta e inconscientemente elevándose al nivel del tratamiento que recibe, y predica sermones, y esribe libros de aliento para los jóvenes, y funda instituciones educativas, y hace regios donativos a hospicios e iglesias..., y el rugir de la fiera de otro tiempo se convierte en suavísima sonrisa, y el hombre sin entrañas que empezó su camino en los antros tenebrosos de la miseria y el crimen, al solo influjo del dinero redentor, acaba por morir en olor a santidad.

¿Se quiere una prueba más cumplida de que el dinero es el más poderoso y eficaz agente de bien y de progreso, y de que pueden más para la salud del cuerpo y del espíritu unas cuantas monedas que todos los predicadores de la tierra?

Y si es así, el seguir haciéndole tragar a nuestros hijos en hogares y escuelas la mentira de que es honroso y santo el desprecio al dinero y una excelsa virtud la pobreza, constituye la más vil de las hipocrecías, el más despreciable y abyecto de los crímenes.

Con tan nociva educación, en lugar de preparar a nuestros hijos para ser fuertes y conquistar a dentelladas el triunfo en la social refriega, los hacemos débiles, enfermizos, propios solamente para nutrir hospitales y cárceles, les despojamos de las armas necesarias para atacar y defenderse, les limamos neciamente las uñas y los dientes, exponiéndoles a todas las degradaciones, a todas la vilezas y dolores de la miseria.

Será amargo, será brutal lo que digo, pero la realidad, la inevitable realidad de nuestra vida es más brutal y amarga todavía.

Además la culpa no es de nosotros, es de la organización social en que vivimos. Pero mientras esa organización subsista, yo creo, yo afirmo, yo sostengo que el primero de nuestros deberes consiste, al revés de lo que decimos a nuestros hijos, en no ser pobres. Del mismo modo y en la misma medida que nos avergonzamos de una enfermedad contagiosa, debemos avergonzarnos de ser pobres. Porque, ¿qué mayor enfermedad que la pobreza?

La pobreza nos hace débiles, nos hace ignorantes y rudos, nos convierte en una exhibición perpetua de fealdad e inmundicia, en un núcleo perenne de villanía y de pereza y de crimen, en un tremendo e infeccioso virus en que laten en germen todos los males, todas las lacerías.

Por ser pobres nuestros hijos crecen enclenques y enfermos, sin sangre en las venas, sin luz en la mente; por ser pobres nos vemos forzados a vender nuestro sudor a un precio cada vez más bajo, aniquilando así la incipiente rebeldía de nuestros hermanos en huelga; por ser pobres convertimos los suburbios de las grandes ciudades en un inmenso, fétido hacinamiento de harapos y desechos, y lástima, y horrores; por ser pobres miramos con bestial indiferencia el avance del pensamiento en la ciencia, el rutilar de la belleza en el arte; por ser pobres rodamos y rodamos de ignominia en ignominia hasta el hospital, o la cárcel, o el cadalso; por ser pobres toda nuestra vida afectiva y nuestra vida intelectual se encierra en el estómago, en un estómago insaciado que se queja...

Y es por eso que debemos odiar de todo corazón la pobreza, que es el más grande, el más abominable de los crímenes. ¡Si hasta creo que es el único crimen!

Y es por eso también que en hogares y escuelas, y teatros y academias, le debemos predicar a nuestros hijos, como el deber más alto de todos los deberes, el deber de ser rico a todo trance; de sacrificar todo otro pensamiento al pensamiento de evitar la verguenza de ser pobres; de correr incansables e insaciables en busca de ese tan calumniado metal, sonoro y brillante, que nos hace ricos, y al hacernos ricos nos hace más sanos, más limpios, más alegres, más generosos, más enérgicos, más grandes, más hidalgos, más intrépidos, más nobles, más bellos...



                      VOCABULARIO CONTEXTUAL



 1.Refriega= Lucha, batalla, combate, contienda.

 2.Anatemizando= Reprobando, censurando, excecrando, maldiciendo.

 3.Ensalzando= Elogiando, ponderando, encomiando, exaltando.

 4.Dentelladas=   Acto de clavar los dientes, especialmente cuando se hace con fuerza para atacar o defenderse. Mordeduras, mordiscos.

 5.Abyecto= Infame, ruin, vil.

 6.Lacerías= Pobreza, indigencia, estrechez, miseria.

 7.Rutilar= Resplandecer, refulgir, relumbrar.




martes, 10 de mayo de 2022

ÑA SAYO

 



ÑA SAYO
(Artículo de 1915) 

     Como ha estado lloviendo tanto en estos días, y no hay nada tan dulcemente evocador como la lluvia, yo he soltado mi espíritu y le he dejado en paz. Y sintiéndose suelto y en paz, mi pobre espíritu, como un viejo caballo harto de caminar, se ha ido a tender tranquilamente entre las húmedas y humildes florecitas silvestres de mis primeros recuerdos de niño.
     Y una de las visiones que ha venido, de las primeras, a ponerse delante de mis ojos, es la de un personaje de mi mundo de niño que se llamaba Ña Sayo. El otro día yo hablé de Mageño. Hoy quiero hablar también alguna cosa de la buena vieja, amiga de mamá, que lavaba la ropa en casa.
     No voy a contar nada extraordinario de Ña Sayo. Sólo voy a decir cosas pequeñas y vulgares. De esas cosas pequeñitas y vulgares de cuyo encadenamiento se va formando poco a poco, esta pequeña y vulgar cosa extraordinaria que llamamos la vida.
     Empiezo por declarar que desde que abrí los hermosos ojos a la luz embustera de este mundo, me topé con la larga, enjuta, arrugada y canosa figura de Ña Sayo, que fue, según creo, la persona que tuvo a su cargo la gloriosa misión histórica de lavarme los primeros paños. Yo le profesé enseguida una gran inclinación, porque ella era, entre todas las mujeres de mi casa, la que chillaba más al hablar. Mamá y ella sostenían a menudo acaloradas y trascendentales disputas sobre sus chapucerías de lavandera, y a mí me parecía que se acababa el mundo cuando hacía explosión y se quedaba con toda la casa la voz indignada de Ña Sayo. Estas fueron las primeras disputas humanas de que fui testigo, y debo confesar que, entre aquellas de Ña Sayo y mamá, que versaban sobre la ropa sucia, y las que hombres eminentes han sostenido luego ante mí -en el foro, en la prensa y en la cámara- sobre grandes asuntos políticos, económicos y sociales, me parecían y siguen pareciéndome más interesantes, sustanciosas y pintorescas las controversias de Ña Sayo y mamá.
     No se tome esto como alarde sarcástico de un escéptico. Es que en las disputas acaloradas de Ña Sayo y mamá, no se echaba mano -como entre los hombres eminentes- de engorrosas e imbéciles retóricas, ni había gestos y actitudes entonadas y estudiadas, ni se decían esas pedantescas, manoseadas y redondas frases de relumbrón de que tanto abusan las eminencias políticas de dentro y fuera del país.
     “Esta camisa, o este pantalón, o este calzoncillo, etc., no ha visto el jabón, y esto es un abuso de su parte, Ña Sayo, y usted demasiado sabe que cualquiera otra lavandera lo haría mejor, y yo voy a tomar una resolución...”, solía decir mamá. Oyendo lo cual, a Ña Sayo se le subía la sangre a la cabeza y daba un desaforado chillido y rompía a hablar. ¡Y quién me iba a decir entonces que esos discursos de Ña Sayo eran piezas oratorias de lo más selecto que estaba yo destinado a oír! Y era que en lo que decía ella había espontaneidad, y había sencillez, y había el colorido y el perfume naturales de un temperamento; y era que ni en su dicción ni en su más ínfimo ademán se descubría esa cursi afectación almidonada que echa a perder los más de los grandes discursos que luego he oído; y era, en fin, que en aquellos discursos, con todo y ser los de una pobresita lavandera, brillaban las cualidades excelsas de la buena oratoria, que no son otras que las que llevo enumeradas. ¡Oh, medias, calzoncillos, enaguas y pantalones, que sirvieron de fondo a las oraciones de Ña Sayo, obras de un arte oratorio, sabio y exquisito que todavía nadie ha sabido cultivar en Puerto Rico, tierra más que ninguna otra castigada por una campanuda, artificiosa, cursi, ramplona e insoportable garrulería!
     Pero está lloviendo, y mientras llueve, déjenme recordar que Ña Sayo lavaba en el Río Grande de Jayuya, junto a una gran piedra sobre la cual tendía un bambú principesco el finísimo encaje de su sombra. Y déjenme contarles que yo iba allí casi todos los días con Ña Sayo. Y mientras ella enjabonaba y lavoteaba, dándole fuertes golpes a la ropa sobre la piedra, yo, tendido cerca de ella, admiraba en silencio sus piernas (primeros misterios de un cuerpo de mujer que me pasaban por delante), y le daba conversación, y la buena vieja me contaba unos cuentos que me seducían, y entre el plácido rumor de las aguas y la voz de Ña Sayo, yo me quedaba bobo bajo la caricia inefable de aquel zumbido monótono y lento... y allá en lo hondo del alma sentía esbozarse, tímido, el capullo de mi primer amor.
     Vieja, pobre y humilde Ña Sayo: hoy, desde su pupitre, un hombresito gordo y calvo que te acompañó en el río hace ya mucho tiempo y que fue tu amiguito, te dice adiós; y al decirte ese adiós se ha conmovido tanto, y se ha sentido tan triste y tan viejo y tan miedoso de la vida, que se ha puesto a llorar...





VOCABULARIO   CONTEXTUAL





  1.Ña= Forma reducida de doña.


  2.Enjuta= Delgada, muy flaca, de pocas carnes.

  3.Chapucerías= Obras hechas sin cuidado ni perfección.

  4.Explosión= Manifestación violenta de ciertos afectos del ánimo.

  5.Pintorescas= Dícese de las cosas curiosas, atractivas, expresivas.

  6.Alarde sarcástico= Que indica, denota o implica burla o ironía.

  7.Escéptico= Que no cree o finge no creer en determinadas cosas.

  8.Engorrosas= Pesadas, cargantes, fastidiosas.

  9.Retóricas= Argumentos y lenguaje pomposo y rebuscado y/o razones que no son del caso.

10.Entonadas= Apropiadas, convenientes, oportunas.

11.Pedantescas= Que presumen de su sabiduría.

12.Manoseadas= Que han sido usadas repetidamente.

13.Redondas= Evidentes, manifiestas, palpables.

14.Relumbrón= De apariencia deslumbrante, pero de escaso valor.

15.Desaforado= Iracundo, colérico, rabioso.

16.Colorido= Carácter peculiar de algo.

17.Perfume= Esencia, naturaleza, cualidad.

18.Cursi= Que con apariencia de elegancia es ridículo y de mal gusto.

19.Afectación= Falta de naturalidad en la manera de hablar, de escribir, etc.

20.Almidonada= Dícese de las cosas compuestas con excesiva pulcritud.

21.Oraciones= Obras de elocuencia y razonamiento.

22.Campanuda= Altisonante, pomposa, ostentosa.

23.Artificiosa= Rebuscada, estudiada, fingida.

24.Ramplona= Inculta, vulgar, chabacana.

25.Garrulería= Verborrea, charlatanería, palabrería.

26.Inefable= Que no se puede explicar con palabras.

27.Esbozarse= Que surge, nace o se perfila.

28.Tímido= Apocado, cohibido, vacilante.

jueves, 5 de mayo de 2022

MAGEÑO

 




                                                           MAGEÑO

 (Fragmento del artículo de1915 Mageño)

     Yo iba en mi flocho camino arriba, por el que conduce de Ponce a Jayuya, y hacía un rato que platicaba con Mageño, el peón de mi casa que me acompañaba. Mageño era un negrito viejo que servía hacía tiempo en casa, y este Mageño hablaba poco y mal, porque apenas se le entendía, pero así y todo resultaba un agradable compañero.
     Yo no sé qué temperamento predominaba en Mageño: si el poético o el filosófico, pero lo que sí sé decir es que no era un ente vulgar y que jamás aburría ni empalagaba como tantos hombres ilustres que he conocido. Yo le quería mucho, porque, en dándole unos centavos para hacer parada en cada ventorrillo del camino y echarse al coleto un buen trago, me dejaba entretener en lo que yo quisiera, y no se preocupaba de si llegábamos o no llegábamos al término del viaje. Esta blanda condición de Mageño no la apreciaba yo bastante todavía, porque aún no había tenido ocasión de pesar, comparar  y juzgar a los hombres, pero ahora que me doy cuenta de que aquella su propensión a hacer más caso de mí, un simple muchacho que iba para el colegio, que de papá, su principal, quien le daba instrucciones precisas y severas concernientes al cuidado y vigilancia de mi persona, era cosa extraordinaria que le daba derecho a una honda admiración. Preferir someterse a los caprichos de un muchacho, antes que a los mandatos del señor padre del muchacho que le podía castigar y reventar, acusaba una personalidad tan firme, tan independiente y simpática, que estoy por decir que el primer grande hombre que me eché a la cara en este mundo fue aquel negrito viejo, medio poeta y medio filósofo, que servía en mi casa y solía acompañarme en mis viajes.
     Mageño sentía profundamente la poesía de los ventorrillos, esos modestos y solitarios ventorrillos que se alzan en las orillas de nuestros caminos, y a cuyo mostrador, lleno de moscas, y de migajas de bacalao, y de olor a cebolla y a ron, es tan grato arrimarse cuando se va de viaje. Al tercero o cuarto ventorrillo que visitábamos, ya Mageño salía de su ensimismamiento habitual, y sus ojos despedían fulgores de inteligencia y de inspiración, y su paso perdía la rigidez pesada de una marcha monótona y larga de peón, para hacerse gracioso y oscilante como un vuelo de guaraguao herido.
     Y al quinto y al séptimo ventorrillo, ya el tambaleo de Mageño era tan pintoresco como el de un barco en alta mar, y de sus ojos fosforescentes salía un chorro de luz de misterio. Y aunque yo no bebía con él, porque he sido siempre, por deficiencias de organización, inepto para los ritos excelsos de Baco; aunque yo no bebía con él, por mis nervios de artista incipiente corría una sensación tal de gozo, de bienestar y también respeto y devoción a la tambaleante figura del noble viejo ebrio, que, muchacho y todo como yo era, y por lo tanto bruto, me rebelaba a creer vituperable y fea la borrachera aquella, y sin saber por qué, me daba cuenta de que aquellos momentos de embriaguez de Mageño eran los más grandes y bellos momentos de su humilde y oscura existencia de bestia de carga.
     Parientes a granel tenía yo que no bebían, ni rompían un plato, y de los cuales todo el mundo me decía bien; y, sin embargo, andando por aquellas soledosas breñas  del camino de Jayuya a Ponce, yo me dije a mí mismo más de una vez, con espanto, que yo llevaba a Mageño borracho más adentro en mi sangre y mi corazón que a todos mis amantes y amados parientes. Mageño olía a ron, es verdad, y andaba sucio, haraposo y descalzo; pero también olía a verdad, a selva, a natualeza, a hombre. A hombre que todavía llevaba mal la albarda odiosa de la disciplina; a hombre en que todavía un sordo instinto salvador se revela a ser máquina.





VOCABULARIO      CONTEXTUAL




  1.Ponce= Es el segundo municipio más grande de Puerto Rico tanto  en extensión territorial así como de mayor población fuera de la zona metropolitana de San Juan.

  2.Jayuya= Pequeño pueblo situado en la Cordillera Central en los 18°13′00″N 66°34′00″O.

  3.Flocho= Jamelgo, penco, chongo. Caballo malo, flojo, desgarbado.

  4.Ventorrillo= Pequeño establecimiento comercial generalmente en las afueras de una población.

  5.Coleto=  Interior de una persona.

  6.Echarse al coleto=Comer o beberse algo.

  7.Blanda= Benigna, condescendiente. Benévolo, falto de severidad.

  8.Propensión= Inclinación, tendencia de una persona hacia lo que es de su gusto o naturaleza.

  9.Reventar= Causar gran daño a una persona.

10.Acusaba= Que manifestaba determinadas características.

11.Que me eché a la cara= Que se topó o se encontró con alguien.

12.Poesía= Cierto encanto indefinible que tienen las cosas y que halaga y suspende el ánimo.

13.Fulgores= Destellos, atisbos, indicios, asomos.

14.Guaraguao= Ave rapaz muy abundante en la zona de la Cordillera Central de Puerto Rico.

15.Fosforecentes= Brillantes, resplandecientes.

16.Baco= Es el dios griego del vino.

17.Vituperable= Que merece que se diga mal de ella por viciosa o indigna.

18.A granel= En abundancia.

19.Soledosas= Desiertas, faltas de compañía.

20.Breñas= Tierras quebradas entre peñas y pobladas de maleza.

21.Albarda= Pieza principal del aparejo de las bestias de carga. Gualdrapa,

22.Sordo= Que no hace caso a las persuaciones, consejos o avisos.

23.Máquina= Persona que ejecuta las acciones sin deliberación, de manera inconsciente.