LOS RATONES Y LOS POBRES
(Fragmento del artículo La Voz de los Ratones de 1912)
Es domingo, cuatro o cinco de la tarde, tengo el lápiz en la mano, y
pienso en la peste bubónica. Y de repente, y sin saber cómo ni cuándo,
se me ha empezado a meter alma adentro una gran compasión, una inmensa
lástima hacia esos pobresitos ratones que tan mal lo deben estar pasando
a estas horas.
Trampas y ratoneras de todas clases, venenos fulminantes, harina de
maíz mezclada con yeso para inducirlos a comer y lograr que el yeso se
les haga una piedra en el estómago y les produzca cólicos atroces hasta
que mueran desesperados... toda una sarta pavorosa de alevosía y
crueldades encaminadas a exterminar de raíz miles y miles de inocentes e
indefensos animales.
¡Qué hondos, qué sombríos y aterradores escondrijos de crueldad muestra
el alma del hombre a poco que el miedo la sacuda y la domine!
Pobres ratones, condenados a expiar con atroces torturas, sin tregua ni
piedad, el delito horrendo de estar -ellos también- enfermos de la
peste bubónica. Para los que, como yo, reverenciamos la vida- por el
gran misterio que en ella palpita- sin establecer diferencias
arbitrarias entre la vida del hombre y la vida de los demás seres que
comparten con nosotros el dolor y la poesía de este mundo, ¡qué cosa más
amarga la persecución decretada para los ratones y los perros!
Ellos no saben hablar, pero si supieran, ¡cuántas cosas inquietantes y terribles nos dirían!
Dirían, por ejemplo, que ya que los matamos ahora por la sola razón de
que constituyen un contagio para nosotros por su número y su falta de
higiene, deberíamos también, para ser lógicos, proceder enseguida a la
matanza de los pobres, que son, por sus hábitos y su falta de higiene
impuesta por su misma pobreza, tan peligrosos para nuestra preciosa
salud como ellos, los ratones y los perros.
Dirían que, si nuestro instinto de conservación, alarmado por lo
inminente y terrible del contagio, puede justificar su exterminio, no
hay nada que excuse la salvaje crueldad de los medios de muerte que
ponemos en práctica contra ellos. “Ya que nos dais la muerte dirán -o
dirían- ellos, dádnosla sin inútil crueldad; dádnosla sin la tortura
abominable de quemarnos vivos, de matarnos de sed, de retorcer nuestros
intestinos con cólicos infernales. Dadnos la muerte, pero sed clementes,
y ya que nos habéis dejado vivir y multiplicarnos a vuestro lado,
sacadnos de este mundo suavemente, ahorrándonos tormentos.”
Dirían más, dirían que si hemos de volvernos contra ellos cada vez que
un peligro de plaga nos amenaza, y si consideramos que no tienen
derecho, porque son perniciosos, a la vida, deberíamos realizar un gran
esfuerzo colectivo, una cruzada universal contra ellos, y de una vez
para siempre impedir que haya más inútiles enfermos y perseguidos
ratones por el mundo.
Y como en el mismo caso que ellos se encuentra la legión interminable
de pobres, de esos que viven -sin baño y sin aire y sin ningún otro
elemento de higiene- hacinados en miserables y pestilentes tugurios,
también con ellos, con los pobres, debe rezar nuestra clemente cruzada
eliminadora, hasta que de igual modo consigamos, al fin, vernos libres
por siempre del pobre.
Dirían más; dirían:
“¿De
qué vale que os hagáis la ilusión de que toda vuestra mal escondida
crueldad ancestral, puesta al descubierto en este instante, va sólo
contra nosotros -animales de especie distinta a la vuestra- y no va
contra los pobres, animales de vuestra misma especie? ¿De qué vale que
vuestros bandos furiosos -repletos de alevosías y tormentos para nuestra
pobre especie- nada digan contra los pobres? ¿Es que por eso os creéis
más compasivos y humanos con ellos? ¿Pero no sabéis que los estáis
condenando a muerte, a la más cierta y espantosa de las muertes,
dejándoles seguir viviendo hacinados como cosas -sin luz, sin aire, sin
agua y sin alimento sano- en sombríos y miserables tugurios? Entre esta
muerte, la de los pobres, la que consiste en esperar, sin moverse y sin
chistar, en el fondo de la infecta zahurda, la feroz y segura embestida
de la peste, y la muerte que nos dais a nosotros, no obstante su
abominable crueldad, preferimos ésta, la nuestra, porque es menos lenta,
menos saturada de la angustia de la zozobra continua, menos impregnada
de la odiosa y malvada hipocresía que os corre por las venas en cada
gota de la sangre, de esa sangre de rapiña y de miedo y de brutal
ferocidad que lleváis dentro.”
VOCABULARIO CONTEXTUAL
1.Peste bubónica= Enfermedad infecciosa, epidémica y febril, muy contagiosa transmitida directamente o por intermedio de la pulga, que es el vehículo entre la rata y el hombre.
2.Fulminantes= Aplícase a las cosas o a las enfermedades repentinas y por lo común mortales.
3.Yeso= Sulfato de cal que tiene la propiedad de endurecerse rápidamente cuando se amasa con agua.
4.Sarta= Serie de sucesos o cosas no materiales, iguales o análogas.
5.Alevosía= Con cautela para asegurar la comisión de un acto a traición y sobre seguro.
6.Expiar= Sufrir la pena impuesta.
7.Palpita= Que tiene tal movimiento que conmueve y agita los ánimos.
8.Poesía= Cierto encanto indefinible de las cosas que halaga y suspende el ánimo.
9.Plaga= Daño grave que aflige a un pueblo.
10.Cruzada= Trabajo que se emplea en propagar una idea o en combatir una cosa.
11.Hacinados= Amontonados, acumulados sin orden.
12.Tugurio= Habitación pequeña y mezquina.
13.Rezar= Que está contenido o incluido.
14.Chistar= Hacer ademán de hablar.
15.Infecta= Contagiada, corrompida, pestilente.
16.Zahurda= Pocilga (lugar hediondo y asqueroso).
17.Feroz= Que obra con dureza y crueldad.
18.Zozobra= Inquietud, aflicción, desasosiego.
19.Rapiña= Robo o saqueo que se ejecuta arrebatando violentamente.