viernes, 6 de diciembre de 2024

¡El dinero!

 



                      Segundo de una serie de nueve artículos 

                                          sobre el tema.


                                                              ¡El dinero!


No creo que sacamos nada con sentir, o simular que sentimos, el santo horror del dinero. Es más, yo creo que amar el dinero es lo mismo que amar la vida. Porque, ¿qué es la moneda sino un símbolo convencional que hemos adoptado para facilitar el intercambio y disfrute de todos los productos de la naturaleza y de la industria humana? ¿Qué es la moneda sino un símbolo con que en el comercio humano nos representamos todos los valores de la tierra?

Por el dinero asistimos a una fiesta, entramos en un teatro; por el dinero comemos, vestimos, nos aseamos y educamos y pulimos; por el dinero columbramos y tocamos los arcanos de la ciencia y los cielos del arte... ¿Qué es la moneda, pues, sino una inmensa fórmula suprema que encierra y compendia cuanto hay de grande, cuanto hay de sano, cuanto hay de noble, cuanto hay de bello; todo lo que puede significar nutrición y vigor para los cuerpos y solaz y emoción y alegría y éxtasis para las almas?

Pero conste que hay una enorme diferencia entre mi amor al dinero y el amor del avaro o usurero.

En mi amor por el dinero resplandece mi amor por la vida, por las cosas que ennoblecen y embellecen la existencia; en el amor del avaro, por el contrario, no existe ni el más leve destello de un solo anhelo natural y humano.

Para mí, el dinero es un signo, un medio, un camino. Para la pobre y estúpida alimaña avariciosa, el dinero es un fin, algo que tiene valor per se, algo con cuya mera posesión está contenta, aunque todo lo demás le falte.

Ambos, el avaro y yo, adoramos el becerro de oro, pero, mientras el avaro -y con el nombre de avaro designo yo a todo aquel que se roba realizaciones de anhelos a sí mismo para meter dinero en la caja-, mientras el avaro traduce su oración al becerro en un estéril rezo, yo traduzco la mía junto al becerro, saltándole encima y mandándole que me lleve a todas partes.

Y es precisamente por el aprecio que yo hago del valor inmensurable del dinero, que protesto y me rebelo con todas mis fuerzas contra el actual sistema social que permite neciamente que unos pocos, unos cuantos piratas rapaces, o unos cuantos hijos de piratas, o unos cuantos memos, protegidos por el ciego azar, nos roben todo el dinero, es decir toda la vida, es decir toda la crema de las cosas de este mundo.

No hay para que salirme diciendo que hay cosas -la inteligencia, el valor, la integridad, la bondad, el arte, la belleza y muchas más- que están por encima del dinero. En eso, yo, vil adorador del dinero, voy más lejos que nadie. No sólo creo que esas -las más altas cualidades del espíritu- están por encima del dinero, sino que creo que hasta una gota de agua, una hoja de yagrumo, un huevo de gallina, un hijo o una uva, cualquier cosa, en fin, vale mucho más que una onza de oro. La onza en sí nada vale; es un signo, un símbolo, y los símbolos ya se sabe que -aparte del valor que hemos querido que representen- real y positivamente valen menos que un comino.

Pero es precisamente por el respeto y el amor que yo les tengo a esas cosas en que la naturaleza reparte sus dones y de los cuales el dinero es símbolo, que yo insisto en predicar mi credo de amor a la riqueza, y aborrecimiento mortal a la pobreza. ¡Pero es que hasta me parece una monstruosidad abominable que a nadie se le diga que es bueno ser pobre; esto es, no comer, no vestir, no estudiar, no pasear, no meditar, no vagar, no sentir, no amar; no poder imprimir a nuestro paso la orientación apetecida; no poder cultivar por dentro y por fuera, como se cultiva una flor, nuestra propia personalidad; no poder ser dueños de nosotros mismos ni una hora ni un minuto; no poder arder como las mariposas en el perenne y colosal incendio de la vida... ¡ser siempre, siempre, por los siglos de los siglos, una pobre bestia resignada que trabaja y sufre!



                         VOCABULARIO    CONTEXTUAL



 1.Columbramos= Divisar desde lejos una cosa, sin distinguirla bien. Entrever, vislumbrar.

 2.Arcanos= Misterios, enigmas, secretos recónditos.

3.El becerro de oro= Según la Biblia, era un ídolo para adorar que  crearon los israelitas cuando Moisés subió al monte Sinaí.

 4.Memos= Estúpidos, tontos, simples.

 5.Ciego azar= Suerte, fortuna, casualidad.

 6.Valen menos que un comino= Se usa para significar algo de escasa importancia.





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