miércoles, 27 de julio de 2022

La Muerte del Verdugo

 

          


                                      La Muerte del Verdugo



Copio de "El Día":

Leerían ayer nuestros abonados la muerte de Pedro Feliciano Duprey, el verdugo del Pueblo de Puerto Rico.
He ahí un caso especial de "hombre". Ejecutó cerca de dos docenas de hermanos; vivió en presidio, lega ciento noventa pesos por único patrimonio.
He ahí lo que deja a cinco hijos que tuvo aquel insensato que mataba semejantes como tritura granos de maíz una piedra de molino. Es un caso a estudiar.



¡Vaya que sí es un caso de estudio el caso de la vida de un Duprey! Y a mí me gustan los estudios de esos casos, tanto, que algo quiero decir con respecto a Duprey, a las reflexiones que me inspira su muerte, evocadora de su triste vida.

Lo primerito que se me viene a la mente es que no estoy conforme con el dictado de "insensato" que el autor del suelto le aplica al finado. ¿Por qué insensato? ¿Porque mataba semejantes como tritura granos de maíz una piedra de molino? Yo no creo que haya nada de insensato en tener un oficio. Un oficio siempre dignifica. Un oficio da cierto barniz de seriedad y hasta de respetabilidad al que lo ejerce con orden y probidad para ganarse el sustento.

¿Que su oficio consistía en matar semejantes? ¡Bah! Lo mismo da matar semejantes como matar reses: la cuestión es tener un oficio. ¿Se le puede llamar insensato a un hombre porque se dedique a estoquear vacas y novillos?

Tanto derecho tiene a la vida una vaca como un hombre, y tanta grima debe producir derribar una vaca como tumbar de una puñalada a un hombre. Lo que conmueve y espanta en estos casos es la efusión de sangre, y más sangre, más calor de vida hay en la vaca que en el hombre. Sin embargo, nos ha dado por espantarnos del que mata, por oficio, hombres, y no decimos nada del que mata reses.

Además, el matar, no vacas, sino hombres, semejantes, ha constituido siempre un gran honor. ¿Qué han hecho los Alejandros y Césares y Napoleones, qué han heho los héroes, todos que llenan la historia para que los reverenciemos y cantemos y honremos como a semidioses?

Pues no han hecho otra cosa que eso: matar hombres; tener el oficio de matar semejantes. Y no uno, ni dos ni tres, sino por docenas, por miles, por cientos de miles.Y mientras al pobre Duprey, que ejecutó nada más que un puñadito de hombres -uno ahora y otro el año que viene-, le llamamos con horror insensato y monstruo, se nos cae la baba festejando, verbigracia, al almirante Togo, que de una sentada acabó qué sé yo con cuántos miles de rusos.

Parece, pues, que lo malo del oficio no está en lo de matar hombres, sino de matarlos en pequeña escala. ¿Mata usted una vaca cada día y se gana un dólar? ¡Pues es usted un vil carnicero! Pero, ¿mata usted o manda matar -que es lo mismo- quinientas vacas diariamente, y se gana usted con esa matanza un dineral? Pues ya entonces tendrá derecho a llamarse honorable y a mirarnos por encima del hombro. El negocio de matar gente es, pues, lo mismo que cualquiera otro negocio: hecho en pequeña escala, no vale la pena, y está mal visto, y hasta nos ponen motes por ello; pero en grande escala, al por mayor, nos da prestigio, nos hace grandes, nos gana estatuas.

No hay, pues, que hacer aspavientos ante el verdugo. Su industria es, precisamente, la que conduce más rectamente a la gloria. Es la industria que hizo inmortales los nombres de esos grandes carniceros que se llamaron  Alejandro, Aníbal, Escipión, César... Es la industria que ejerció Napoleón, que mató él solo más hombres que todas las epidemias y todos los médicos del mundo.

Y, aquí, ante el recuerdo de Napoleón, me detengo. No se debe pasar nunca de largo ante ese nombre, ante esa excelsa y radiosa silueta, la más grande y gloriosa de toda la historia. No se debe pasar sin descubrirse, sin murmurar un fervoroso rezo de admiración, de respeto, de amor, ante el hombre huracán, ante el coloso, ante el dios.

Sí, Napoleón fue un dios que tenía un diablo dentro, o un diablo en cuya mente había un dios.

Y aunque mataba semejantes "como tritura granos de maíz una piedra de molino", yo no tengo más remedio, abrumado por su grandeza inmensurable, que detenerme ahora ante su nombre para rezarle mi respeto, y, decirle mi amor en el verso divino de Rubén Darío para don Quijote:

Noble peregrino de los peregrinos,
que santificaste todos los caminos
con el peso augusto de tu heroicidad,
contra las certezas, contra las conciencias,
y conta las leyes, y conta las ciencias
contra la mentira, contra la verdad...



VOCABULARIO    CONTEXTUAL



1.Barniz= Capa superficial de algo inmaterial, como una cualidad.

2.Efusión= Derramamiento de un líquido.

3.Togo= Togo Heihachiro (1848-1934), almirante de la Flota Imperial Naval del Japón.

4.Aspavientos= Demostración excesiva de espanto, admiración o sentimiento.

5.Radiosa= Que despide rayos de luz.

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