domingo, 17 de julio de 2022

Paso a la Maña

 


                                          Paso a la Maña


El periódico Washington Post dijo que somos mansos y sumisos, y se nos ha querido caer la lengua por ese motivo. Casi todos los periódicos han protestado;casi todas las manos puertorriqueñas se han alzado indignadas, con súbita y espontánea crispatura. Y desde hace una semana no se oye hablar de otra cosa: Washington Post por aquí y Washington Post por allá, Washington Post en todas partes y a todas horas.


Y la verdad es que, considerando con alguna serenidad el punto, la cosa no merece la pena. Todo es una mera cuestión de amor propio, y ya se sabe que las cuestiones de amor propio se reducen siempre a cero cuando se estudian con un poquito de buen sentido.

Señor Canales, es usted un manso y un sumiso.

Respuesta impulsiva del amor propio del señor Canales: 
-Y usted un atrevido, un deslenguado y un canalla, etcétera.

Respuesta meditada de la razón del señor Canales: 
-¿Dice usted que soy un manso y un sumiso? ¡Bueno! Es una opinión de usted sobre mis cualidades personales que debo yo respetar como usted debe respetar las mías. Es más, yo le doy las gracias por hacerme conocer sus opiniones sobre mi persona. Lo malo sería que usted se las callase y me dejase a mí a oscuras. A estas horas, yo sé lo que usted piensa de mí, aunque no sabe usted lo que pienso yo de usted. ¿Quién está mejor de los dos? ¿Quién ocupa una posición más ventajosa? Además, la opinión de usted puede ser justa o injusta. Si es justa, esto es, que es una verdad que soy manso y sumiso, no sacaré nada, no dejaré de serlo, porque usted crea que soy un  Amadís de Gaula; y si en realidad soy un Amadis de Gaula, tampoco perderé nada porque usted, equivocándose, me crea un manso. Al contrario, mientras más valiente sea yo en realidad, más conveniente debe parecerme que me crean un manso, pues menos se defenderán de mí.

Entre las dos actitudes, la impulsiva y la razonada, yo me declaro sin titubear por la última. Porque, ¿qué demonios perdemos con saber lo que piensa alguien, llámese un periódico o llámese una persona, sobre Puerto Rico? ¿No es mejor saberlo que ignorarlo? ¿No hemos convenido en que la libertad de pensar debe respetarse? Pues si debe respetarse, ¿cómo pretendemos castigar o amenazar a nadie porque piense esto o aquello sobre nosotros? ¿Cómo nos vamos a atufar y a sublevar contra el Washington Post que nos cree mansos, si nosotros mismos hemos adoptado como divisa en nuestro escudo un manso e inocente corderillo incapaz de darle un disgusto a una pulga? Si Puerto Rico es un león, ¿por qué puso en su escudo un cordero? Y si no es león y es cordero, ¿por qué se ha de enfadar de que se lo digan? ¿Es que el hecho de ser o no ser león o cordero depende de que los demás nos crean o nos dejen de creer, nos digan o nos dejen de decir, una cosa o la otra?

¡Válgame Dios! Tal parece que nunca nos acordaremos a tiempo del vulgar y manoseado aforismo de que la calentura no está en la sábana. En el presente caso lo que debiera ser para nosotros verdadero motivo de alarma es, no es que nos piensen o no nos piensen inofensivos, sino el serlo o no serlo en realidad. Y si hemos de ser francos, ¿quién que haya hecho un breve y ligerito examen de conciencia se atrevería asegurar que no está en lo cierto el Washington Post al opinar que, -colectivamente considerados, por supuesto- somos más mansos que una jícara de chocolate? ¿Qué hemos hecho para aspirar al dictado de valientes? ¿Qué hazañas extraordinarias hemos realizado? ¿Cuántos desaforados gigantes Caraculiambros hemos partido por mitad del cuerpo? ¿Cuántos españoles o americanos han caído bajo la arremetida feroz de nuestra lanza?

¡Bah! Somos mansos hasta la raíz del pelo, lo seremos por esta razón, o la otra, o la de más allá, pero lo somos; y si lo somos, bueno es que lo sepamos, y para que lo sepamos bien, bueno es que nos lo digan.

Y después de todo, ¿por qué hemos de apurarnos? Dios, cuando dio la llaga, dio el remedio.

Es cierto que por el camino del valor no vamos a ninguna parte, pero, en cambio, por el camino de la astucia nos tragamos hasta una pantera, y váyase lo uno por lo otro.

¿Somos pequeños, tan pequeños que no podemos ni debemos ser valientes? Pues seamos mansos, y desarrollemos cada vez más la fuerza de los mansos que es la astucia. ¿No podemos ser leones ni elefantes? Pues seamos ratones, cobardes, pero astutos e incansables e insufribles ratoncitos, ante cuyos saltos y piruetas y mordiscos y artimañas, el león y el elefante acabarán por perder la chaveta y darse a todos los demonios.

Por lo que a mí toca, confieso que me está más simpático el papel de ratón. Ya el valor -ese épico y bárbaro valor que entusiamó a nuestros abuelitos- ha pasado de moda. Ahora la cuestión es ganar, y para ganar las batallas colectivas como las individuales, el valor constituye hasta un estorbo. Ahora es la maña -la maña de los ágiles ratones- la que se sube de un brinco al lomo del valeroso elefante o del león invencible, y encima de la fiereza de los dos baila su danza y recorre triunfante su ruta. ¡Paso, pues, a la maña, paso a la jaibería nativa, bailando y cabalgando alegremente sobre la gruesa piel de enormes y valientes hipopótamos cargados de manteca, pero ayunos de intelecto!...



VOCABULARIO   CONTEXTUAL



 1.Crispatura= Irritación, exasperación, enfurecimiento.

 2 .A oscuras= En la ignorancia, sin conocimiento de algo.

 3.Amadís de Gaula= Nombre de la novela de caballerías del siglo XVI que cuenta las hazañas y proezas de un valiente caballero del mismo nombre.

 4.Atufar= Enfadar, enojar.

 5.Jícara= Taza pequeña que se usa para tomar chocolate.

 6.Desaforados= Enormes, desmesurados, descomunales.

 7.Gigantes Caraculiambros= Se refiere al gigante de ese nombre a quien Don Quijote venció en batalla.

 8.Astucia= 1.Sagacidad, perspicacia, habilidad para solucionar problemas con rapidez.  2.Treta, artimaña, ardid.

 9.Perder la chaveta= Perder la cabeza, volverse loco.

10.Darse a todos los demonios= Enfadarse mucho.

11.Maña= Destreza, habilidad, maestría.

12.Jaibería= Marrullería, astucia, especialmente la del campesino boricua.


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