viernes, 26 de agosto de 2022

¡Pobresitos los Chinos!



¡Pobresitos los Chinos!



 Parece que la China se está echando a perder.


País quieto, pacífico, casi dormido a la sombra de sus  célebres murallas, era de los pocos lugares de la tierra con sentido común bastante para no inquietarse por fórmulas políticas.

Allí, en el Celeste Imperio, un soberano -a veces soberana- llevaba él solo las riendas del gobierno, y los súbditos no tenían nunca que tirarse de la trenza peleándose por un alcalde, ni descoyuntarse por ganar unas elecciones.  Allí mandaba un hombre, e hiciéralo bien o mal, el hombre era obedecido, y la nación y la cosa pública marchaban por donde él quería que marchasen, sin que tuvieran nunca los felices chinos necesidad de amargarse las boca hablando de política.

¿Puede haber en el mundo nada comparable a la dicha de un pueblo que no tiene política? Cámaras, proyectos de ley, partidos, asambleas, presidentes, convenciones... De toda esa abominable farándula, de todo ese cargante y asfixiante maremágnum, cuya sola descripción espanta y anonada, se veía libre, se vio libre siempre, por virtud de su genio, la patria de Confucio. Allí el hombre era esclavo, esclavo de un rey, de un emperador, de un amo; pero sabía que era esclavo y aceptaba su sino, y dentro de su esclavitud se acomodaba, y vivía su vida. Era esclavo, y es malo ser esclavo; pero sabía que lo era y esto ya es un consuelo.

Tenía un amo llamado rey o emperador que gobernaba por derecho divino, como gobierna el Papa, y es malo tener amo, pero el amo era un hombre, uno solo, y éste es otro consuelo.

Tenía que acatar la voluntad del amo, y es malo y triste eso, pero no es tan malo ni tan triste como tener que aprenderse mil leyes con cien mil interpretaciones para saber caminar sin peligro de esbirros, de abogados, de jueces, de cárceles.

Es malo, sí señor, ser esclavo y tener amo como tenían los chinos, pero ¿será eso comparable a la ignominia y a la tortura de creerse uno libre porque se llama o le llaman ciudadano, y en realidad tener un amo en el alcalde, y otro amo en el agente de la policía, y otro amo en el juez, y otro amo en el fisco, y otro amo en el jefe del negociado tal o cual, y en cada uno de sus subalternos, y otro amo en el Presidente... y más amos, en fin, en todas partes y a todas horas que pelos tiene uno en la cabeza?





Si por ser esclavos y tener un amo eran dignos de lástima los chinos, ¿cómo no los vamos a compadecer ahora que quieren proclamar república y acabar con un amo para erigir en su lugar cien amos, mil amos, cada uno con una regla o ley o macana en la mano para no dejarles gozar en paz de su vida ni una hora, ni un minuto, ni más ni menos que si fuesen americanos de la libre América? 

¡Pobresitos chinos  que se van a quitar ahora el peso de una Corte Imperial, fastuosa, elegante, bella, ennoblecida por el tono de majestad que imprime a las cosas la huella de los siglos que pasaron, para echarse, ¡ay!, sobre el sufrido lomo, a manera de albarda, la panza vil de un presidente, panza repleta de votos y podrida de pústulas y tumores democráticos!

¡Pobresitos los chinos que ahora, en lugar de esclavos conscientes de un monarca de instintos refinados por la herencia, acostumbrado a reinar, y por tanto mesurado en la acción, sobrio en el mando y cortés en el gesto, van a ser gobernados por turba plebeya de engreídos funcionarios de república, golosos de poder, ávidos de sentir su tosca mano besuqueada por el siervo envilecido, estallando de pedantescos e idiotas doctrinarismos, gárrulos como cotorras, grotescos como títeres, ordinarios y sucios de cuerpo y de espíritu como lacayos!

¡Pobresitos los chinos que van a dejar su monarquía absoluta para tener cámaras, y constituciones, y códigos, y jueces, y partidos, y convenciones, y vetos, y protestas, y elecciones, y presidentes, y fiestas cívicas, y jurisdicciones, y departamentos, y oficinas, y derechos inalienables, y, en general, las mil y una calamidades sin nombre que trae consigo la lepra de la farándula democrática en los pueblos!

¡Oh, la grande, la noble, la bella visión legendaria de un imperio inmenso en cuyo centro se divisa la majestad secular de un altivo y romántico palacio, mansión soberbia de un soberbio monarca de cetro y corona que es nieto de reyes y tiene en la sonrisa y en las manos el lustre de progenies dilatadas y encumbradas!

¡Y, oh, la tristeza inmensa de ver todo eso de golpe y porrazo convertido en humo, y en medio del humo la vulgar silueta de una Casa Blanca, y en medio de la Casa Blanca, bajo una chistera, la figura panzuda, enormemente gorda y democrática... de un Taft!



VOCABULARIO   CONTEXTUAL



1.Tirarse de la trenza= Es una expresión que se utiliza cuando una persona se afecta o se desespera por una determinada situación en que no encuentra una solución adecuada. 

2.Anonada= Que abruma, desalienta, descorazona.

3.Confucio= (551 aC - 479 aC) Pensador chino cuya doctrina se llama confucionismo.

4.Esbirros= Personas que a cambio de dinero realizan acciones violentas o amenazas que otro le ordena.

5.Albarda= Pieza del aparejo de las caballerías que se pone sobre el lomo para protegerlos de la carga. Gualdrapa.

6.Pústulas= Ampollas llenas de pus.

7.Gárrulos= Persona muy habladora, charlatana.

8.Lacayos= Serviles, bajos, rastreros.

9.Progenies dilatadas= Linajes (familia) vastos de los que desciende una persona.

10.Chistera= Sombrero de copa alta y ala estrecha.

11.Taft= William Howard Taft (1857-1930), vigésimo séptimo presidente de los Estados Unidos (1909-1913).




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