sábado, 13 de agosto de 2022

MI VARA DE MAJAGUA

 


MI VARA DE MAJAGUA


Tenía en cartera un asunto de actualidad, para tratarlo ahora; pero llueve, está lloviendo, estoy siendo arrullado por la lluvia, y esto quiere decir que no me siento con ganas ni en condiciones de tratar de nada. Soy inútil cuando oigo llover, para todo lo que exija el más débil esfuerzo mental. La lluvia me marea, me atonta, me aletarga, me limpia el cerebro de toda idea, me hace caer en una especie de modorra dulce, durante la cual me alejo más y más de toda realidad y me voy hundiendo como en una sombría gruta propicia al ensueño.


Sí; no tratemos de ningún asunto. Mejor es divagar, mejor es soñar, mejor es dejar el corazón libre para que salga a mojarse, a sentir la caricia húmeda del aguacero, a dejarse envolver lentamente en la misma gasa flotante de niebla en que está envuelto todo. ¡Son tan dulces esas cosas melancólicas que nos dice en su divina música la lluvia!...

Recuerdo que cuando yo era niño, allá por el año de gracia de no sé cuántos, nada me gustaba tanto como irme a corretear por los campos cada vez que caía un buen aguacero. Nunca me he sentido, como entonces, tan pariente, tan amigo de las plantas. Mientras más llovía, mientras más furiosamente me azotaba el aguacero, más alegre, más verde, más lozano de cuerpo y de espíritu me iba sintiendo yo.

Recuerdo que en esas correrías yo iba montado en un brioso corcel de majagua, que daba siempre unos botes terribles al salir, y que cuando echaba a correr cuesta abajo era tanta su fogosidad, que nada le detenía hasta lograr dar en tierra con el gentil jinete. No hay que decir que a cada caída las narices del jinete salían descalabradas, y que después de esta desdicha siempre venía la desdicha mayor de una paliza.

¡Qué lejos, qué lejos se ha ido quedando en las lejanías del tiempo el buen caballito aquel de color amarillo, cuyo delgado lomo yo oprimía con la misma bizarra y heroica actitud de un Hernán Cortés al lanzarse al galope a través de la tierra americana!

¡Cuántas Américas he salido yo a conquistar montado en mi pegaso de majagua! ¡Cuántas veces la briosa varita me llevó a remotas, tenebrosas e inexploradas regiones dentro del patio de mi casa, y cuántas veces me pareció escuchar la débil y lastimera voz de una princesa encantada que para salir de las garras de algún desaforado gigante, reclamaba el esfuerzo de mi brazo!

Mi pícara suerte -que ya desde entonces me empezaba a tratar con malos modos- no me permitió nunca encontrar el escondrijo de aquel gigante que de no, no me cabe la menor duda que yo hubiera partido por la misma mitad al tal gigante, y hubiera desencantado a la princesa, y a la grupa del brioso corcel de majagua la habría llevado lejos, muy lejos, a los dominios del rey su padre, que nos recibiría a los dos con los brazos abiertos y lágrimas en los ojos, y acababa por cederme su corona en prueba de gratitud, para bien de mis vasallos y honra de mi familia.

Pero, ¡ay!, por mucho que corría y corría, y me rompía y me volvía a romper mis pobres narices, nunca quiso mi perra suerte que yo diera con la bella princesa encantada que esperaba el esfuerzo de mi brazo. Nunca la hallé, nunca encontré ni rastro de mi adorada princesa... Y como nunca la he podido hallar por más que la he buscado y la busco, cada vez que tropiezo en mi camino con alguna mujer bella y dulce, me parece que es ella la princesa, mi princesa, la que yo buscaba en mi vara de majagua, y siento el impuldo vehemente de postrarme ante ella, y de decirle que la adoro, y de preguntarle dónde está el gigante que la ultraja para hundirle en el vientre la hoja de mi espada, y de pedirle después que me enseñe el camino para volar con ella hacia el lejano confín azul donde se haya su palacio.

Ya no soy niño. Ya el fogoso corcel de majagua no me conduce en pos de la quimera. Mi niñez se fue; perdí mi caballo.

Pero no importa; todavía sé soñar; todavía sé soltar el corazón para que vaya a aletear y a solazarse en la lluvia; todavía el monótono cantar del aguacero me saca de la adusta realidad... Todavía vive no sé si en mi alma o fuera de mi alma la bella princesa, y he de seguir buscándola sin cansarme nunca mientras le quede un latido a mi sangre.

He de seguir buscándola, buscándola, hasta caer exánime en medio del camino... ¡o hasta que la rosa divina de sus labios se abra para brindarme el trono augusto de su alma en el palacio de mármol de su cuerpo!



         VOCABULARIO    CONTEXTUAL



1.Modorra= Somnolencia, adormecimiento, sopor.

2.Gasa= Velo; que impide ver con claridad.

3.Bizarra=  Valiente, intrépido, osado.

4.Pegaso= Caballo alado de la mitología griega.

5.Solazarse= Recrearse, entretenerse, divertirse.

6.Adusta= Seca, severa, desabrida.

7.Exánime= Desmayado, desfallecido, extenuado.







1 comentario:

  1. Hermoso escrito! Me puedo identificar con esas estampas de la niñez en el campo y los sueños fantásticos!

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